Tas viendo y no ves: ¿por qué parece que no se quema la casa?

Hace unos días se registraron 200 incendios en la Zona Metropolitana de Monterrey. Fue un hecho histórico que, sin embargo, pasó más bien inadvertido. El “problema” que se comentó en los medios de comunicación es la insuficiencia de bomberos y de presupuesto para combatir el fuego. La crisis climática la puedes tener sentada frente a ti, sin verla. ¿Cómo podemos explicar esto? 

La primera vez que entendí cómo opera la lectura selectiva de la realidad fue leyendo a Michel-Rolph Trouillot, en Silencing the Past: power and the production of history. En este libro, el autor presenta cómo la revolución haitiana pasó desapercibida -aún después de suceder- para la Francia colonial. Las noticias que llegaban del caribe no podían ser ciertas sencillamente porque era imposible imaginar a la población negra organizándose. Al creer que los esclavos eran más animales que personas, la posibilidad de la emancipación era un disparate. Se reían con las noticias. De hecho, hasta la fecha, aunque se trató de la primera revolución de independencia en América, en 1791, se le sigue llamando “insurrección” y no se le da el crédito que merece en la historia. Trouillot concluye: no se puede expresar lo que aún no se logra pensar. Esta sentencia nos regresa a la crisis climática y nuestra “incapacidad” para leerla en los acontecimientos. 

Pero, ¿cómo aprendemos a leer la realidad? ¿Por qué los franceses estaban tan seguros de que la población negra no podía planear y ejecutar su independencia? ¿Por qué en Monterrey no terminamos de asumir la crisis climática que nos tiene en sequía desde hace más de siete años? La realidad es una construcción social muy difícil de atajar. Se sostiene de una tradición, es decir, de su permanencia en el tiempo y de narrativas que “suenan bien” y son coherentes con la lógica dominante. En este sentido, la lógica moderna, aquella que plantea la separación de las personas y de la naturaleza como un principio civilizatorio, lleva por lo menos 220 años dominando nuestra organización social a partir del diseño de una economía utilitarista, que reduce a la naturaleza a su función de materia prima o a un “gran vacío” en donde desechar emisiones y residuos de nuestra actividad productiva. 

¿Cómo discutir la contaminación ominosa de Fundidora instalada en el corazón de la Ciudad, o el despojo del agua perpetuado desde entonces por Cervecería Cuauhtémoc? ¿Quién podría pensar en esto cuando todo iba “tan bien”?

El caso de Monterrey es emblemático precisamente porque mi Ciudad nace con el propósito de crecer el brote de capital que surgió a finales del siglo XIX, producto del comercio contrabandista y la modificación de la frontera con Estados Unidos. Antes de las fundaciones de Cervecería Cuauhtémoc y de la Fundidora de Hierro y Acero, Monterrey era apenas un caserío. Al ser todo el desarrollo posterior a la fundación de estas dos corporaciones, las conductas sociales, prácticas políticas y educación fueron subordinadas a las lógicas de estas dos industrias que ofrecieron trabajo, escuela y hasta religión a sus empleados y a sus familias. ¿Cómo discutir la contaminación ominosa de Fundidora instalada en el corazón de la Ciudad, o el despojo del agua perpetuado desde entonces por Cervecería Cuauhtémoc? ¿Quién podría pensar en esto cuando todo iba “tan bien”?

Mi tesis doctoral justo ahonda sobre la confusión que impera en la Ciudad ante la infrarrepresentación de los espacios naturales y la sobrerrepresentación de espacios productivos y de consumo. A los primeros los creemos irrelevantes y a los segundos indispensables. Cuando desde la infancia te mueven en la ciudad en auto, y te llevan de paseo a espacios de consumo –que aquí llamamos mols, es decir, plazas comerciales-, y pasas tu vida futura yendo y viniendo de espacios de producción (la oficina) a consumo (supermercados, restaurantes, estadio), terminas por creer que así son y deberían ser las cosas. Si a esta inercia generada por la experiencia de ciudad que tenemos, agregamos la dificultad para ejercer el pensamiento crítico en una sociedad con una tradición paternalista del corte obrero-patronal, la posibilidad de cuestionar nuestra relación con el medio ambiente adquiere una importancia de hazaña política. Esto, por más difícil que parezca, está ocurriendo por toda la Ciudad, la dificultad es, de nueva cuenta, ser capaces de reconocer esta revolución que se está gestando por el clima. 

De ahí la importancia de documentales como EL TEMA que se estrenó justo hace una semana, el 13 de abril; y que hoy estrena su capítulo sobre el Aire, enfocado en Monterrey, y en el que tuve el honor de participar. Estas narrativas ayudan a legitimar estas lecturas críticas de la realidad, pero no sólo eso, sino que confirman que la crisis climática es una realidad que nos está matando. Este tipo de esfuerzos documentales, más las luchas que miles de personas estamos dando en el País, pueden parecer que conmueven muy lentamente hacia el viraje urgente a una política y economía centrada en los cuidados y el respeto a la vida, pero son exactamente el tipo de referencias que necesitamos para pensar y expresar lo que explota ante nuestros ojos. 

Ximena Peredo (@ximenaperedo18)

Imagen de portada Contaminación atmosférica en Monterrey. Fuente Twitter