Extinciones y vaquitas marinas, ¿qué podemos aprender de ellas?

Seguramente has escuchado en algún momento de tu vida la palabra “extinción”, pero ¿qué tanto conocemos sobre sus causas? ¿nosotros podemos detener o provocar extinciones? Para empezar, entendemos que la extinción ocurre cuando factores ambientales o problemas evolutivos hacen que una especie desaparezca. Resulta que este fenómeno viene sucediendo desde que existe la vida como la conocemos, pero sí que hemos tenido una participación activa en la dinámica de muchas especies directa e indirectamente a lo largo de nuestro registro en la Tierra. En la actualidad la baja de especies de la Tierra continúa y las tasas de extinción (es decir, la velocidad con la que desaparecen) han variado con el tiempo. 

…la baja de especies de la Tierra continúa y las tasas de extinción (es decir, la velocidad con la que desaparecen) han variado con el tiempo.

Nuestra intervención a los ecosistemas y con las especies mismas ya sea a través de la caza, deforestación, la sobreexplotación, la introducción de especies invasoras, contaminación y el cambio de humedales y bosques a tierras de cultivo y áreas urbanas son factores que probablemente potencializan las extinciones. Los ecólogos estiman que la tasa de extinción actual es de 1.000 a 10.000 veces la tasa de extinción de fondo, es decir, la que se consideraría “normal” (¡esto significa entre una y cinco especies por año!). La desaparición de una especie no se limita a su borrado del mapa natural. No, tiene efectos más grandes. Se sabe que la pérdida de especies probablemente ha conducido a más de una pandemia, colapsos de población y cambios en los ecosistemas que la Tierra ha experimentado en el último siglo.

Se sabe que la pérdida de especies probablemente ha conducido a más de una pandemia, colapsos de población y cambios en los ecosistemas que la Tierra ha experimentado en el último siglo.

Es importante mencionar que no todo es tan malo, ya que las mismas extinciones son las que, a lo largo de la historia de la vida en la Tierra, han abierto camino para que otras especies nuevas dominen el planeta, se diversifiquen y prosperen junto con sus respectivos ecosistemas. 

 Un cetáceo endémico en decadencia

Uno de los ejemplos más claros del camino a la extinción es la famosa  vaquita marina (Phocoena sinus). Esta marsopa ha sido reconocida como una especie rara y vulnerable desde su descubrimiento científico hace poco más de cincuenta años, inclusive antes de eso se consideraba prácticamente un mito. Tiene un rango limitado en aguas poco profundas de la parte superior del Golfo de California de México, además es el más pequeño de todos los cetáceos marinos. Debido a que su conducta es tímida y no acostumbra a estar en grupos, los avistamientos de esta especie desde siempre han sido limitados y poco frecuentes. La vaquita marina es ahora reconocida como la especie de cetáceos más amenazada del mundo. Se estima que sólo quedaban unas 150 vaquitas en 2007, a la fecha, posiblemente ronda los 10 ejemplares.

Foto de vaquita marina (Phocoena sinus). En Delphinus.

¿La razón? Las vaquitas a menudo son capturadas y ahogadas en redes de enmalle que se utilizan dentro de la pesca ilegal en áreas marinas protegidas. Esta es la principal razón de su descenso poblacional en los últimos años. La vaquita no es el objetivo de la pesca, sino la totoaba, otra especie en peligro de extinción con la que comparte hábitat. Se estima que alrededor de 39 vaquitas marinas son capturadas al año por accidente. 

Foto de barco pesquero. Por Pok Rie en Pexels.

La baja en el número de especímenes tiene varias consecuencias. Por ejemplo, cada vez es menos probable que haya contacto entre diferentes sexos por lo que la reproducción se puede ver afectada. Al haber menos individuos,  la pérdida gradual de variabilidad genética puede ser mayor y generar un efecto de cuello de botella. Una variabilidad reducida significa que es posible que la población no pueda adaptarse a las nuevas presiones de selección, como el cambio climático o un cambio en los recursos disponibles, inclusive enfermedades porque la variación genética sobre la que actuaría la selección puede que ya se haya desviado de la población. 

Una variabilidad reducida significa que es posible que la población no pueda adaptarse a las nuevas presiones de selección, como el cambio climático o un cambio en los recursos disponibles.

Cuando esto ocurre, los genes recesivos (y en ocasiones letales) , se pueden manifestar con mucha más facilidad, sobre todo en los recién nacidos. Esto trae como consecuencia que las futuras generaciones presentan una menor adaptación y su grado de respuesta frente a contingencias inesperadas podría no ser el mejor. Las vaquitas marinas se encuentran  ya prácticamente desprovistas de estos mecanismos evolutivos pues la población es cada vez menor, el pool genético se reduce a pasos agigantados y las generaciones venideras se enfrentan a más retos que las anteriores.

Como ya mencionamos al principio, hemos tenido una influencia sobre la dinámica de las especies en el mundo. No obstante, existe más de una medida con la que podemos contribuir para que este fenómeno se estabilice; usar menos combustibles fósiles, conducir con menos frecuencia (optar por otros medios de transporte como la bicicleta) y reciclar es una buena manera de reducir la tasa de extinciones. Comer menos carne y evitar productos que están hechos de especies amenazadas también puede marcar la diferencia. También, al guardar la basura en latas cerradas, reducir el uso de agua y abstenerte de usar herbicidas y pesticidas puedes proteger la vida silvestre local. Además, es muy importante  exigir una mejor legislación en materia ambiental y conocimiento de la biodiversidad. ¿Y tú? ¿Conoces otras formas de hacerle frente?

Foto de portada por Fredérique Lucas en EL UNIVERSAL.