Mujeres y Cambio Climático: Las más afectadas y las menos escuchadas.

La mayoría ha visto alguna vez la película de Titanic o por lo menos conoce la historia. Tras chocar con un enorme iceberg la lucha por la supervivencia comienza y como no hay espacio en los botes para todos los pasajeros, las mujeres y niños (los más vulnerables) tienen prioridad. Las mujeres y niños tenían prioridad para subir a un bote porque son considerados como los que tienen menor probabilidad (o capacidad) de sobrevivir. Las mujeres probablemente no sabían nadar, y aunque supieran hacerlo, es mucho más fácil nadar con pantalón que con uno de esos enormes vestidos que se tenían que poner; además, tenían que cuidar de los niños.

Ahora pensemos en el planeta Tierra como si fuera el Titanic y el iceberg con el que choca es el cambio climático. En este barco en el que vamos, al igual que en el Titanic, hay clases sociales; donde los que se ahogan primero son los que están en el piso más bajo; es decir, los pobres y de los cuales, la mayoría son mujeres.

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Ser vulnerable significa una baja capacidad para afrontar cambios drásticos que no tienen que ver con las características fisiológicas, sino con factores sociales, económicos, políticos y culturales. Es decir que, en el caso de las mujeres, estas son más vulnerables no necesariamente por su biología sino por los roles de género que se les han impuesto.

En el tsunami del 2004 en Tailandia, 70% de las personas que murieron eran mujeres. Las razones que se encontraron fueron: bajo acceso a un previo entrenamiento para saber qué hacer ante un desastre natural; no saber nadar o bien, su capacidad para nadar se vio limitada porque como decíamos anteriormente, es más fácil nadar con pantalón que con vestido o que con un niño en brazos.

El iceberg contra el que se impactó el Titanic afectó a todos los pasajeros, pero impactó de diferente forma a cada uno por su condición social, económica y de género: el que tenía dinero pudo sobornar al del bote para subirse; la mujer que tenía hijos prefirió dormirlos y ahogarse con ellos. El cambio climático como el iceberg, es un fenómeno que afecta a todos los habitantes del planeta; sin embargo, la magnitud de las afectaciones es diferenciada con base en el grupo vulnerable al que perteneces (y obviamente puedes pertenecer a más de uno). Por ejemplo, poblaciones en zonas costeras son más propensas a verse afectadas por el aumento del nivel del mar. Este aumento en el nivel del mar saliniza el suelo (volviéndolo infértil) y al agua del subsuelo (contaminándola). Tomar agua con sal puede ser muy perjudicial para la salud, especialmente en el caso de las mujeres embarazadas quienes en algunas regiones han presentado mayores tasas de hipertensión. Las mujeres embarazadas son también más propensas a contraer enfermedades asociadas a mosquitos, como el zika, las cuales se han potenciado por las altas temperaturas en regiones tropicales. La vulnerabilidad es también mayor en los países en vías de desarrollo, donde existen altos índices de pobreza y dentro de los cuales la mayoría de las personas pobres son mujeres. Además, las mujeres tienen menor probabilidad de sobrevivir en un mundo donde no se les incluye en la toma de decisiones.

Las políticas de mitigación y adaptación que se han construido en los últimos años a nivel global, regional, nacional y local son sumamente necesarias, pero sin la inclusión de las mujeres, tanto la brecha de desigualdad como los efectos del cambio climático seguirán sin resolverse.

En una entrada anterior hablé de la importancia de incluir el conocimiento tradicional en los programas de adaptación y mitigación al cambio climático. De la misma manera, dentro de esta visión holística se necesita integrar a las mujeres por todo el conocimiento que pueden aportar, así como proponer políticas que integren el tema de género, ya que las mujeres, en comparación con los hombres, tienen por lo general un acceso más limitado a los recursos, menos acceso a la justicia, movilidad limitada, y poca voz en la toma de decisiones e influencia en las políticas (a nivel global, solo 12% de las secretarias gubernamentales o ministerios del medio ambiente están a cargo de mujeres).

El conocimiento tradicional de la mujer se centra en aspectos como manejo sustentable de recursos (al ser ellas quienes administran la casa), o prácticas de liderazgo sustentable a nivel comunitario.

Principalmente en zonas rurales de países en vías de desarrollo, las mujeres y niñas tienen un rol doméstico que las hace responsables de tareas como traer la comida a la mesa, donde no solo son ellas quienes la preparan, sino también quienes la siembran y cultivan de manera sustentable (en promedio, las mujeres de los países tercermundistas representan el 43% de la fuerza de trabajo del sector agrícola; sin embargo, solo 15% de la tierra es propiedad de mujeres). Son ellas quienes más saben sobre las plantas medicinales al encargarse de cuidar a los enfermos. Son también responsables de proveer de agua a la familia, para lo cual tienen que caminar hasta el pozo más kilométricamente cercano y cargar las cubetas de regreso. Y por si no fuera suficiente, se encargan de la generación de energía (como fuego para cocinar o calentar la vivienda). Los ejemplos de cómo las mujeres enfrentan efectos diferenciados son muchísimos y puedes encontrar más información aquí.

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Entonces, si nuestro barco llamado Tierra está chocando contra un grandísimo iceberg llamado cambio climático, las mujeres que llevan a cabo las tareas mencionadas en el párrafo anterior se vuelven más demandantes y difíciles de realizar. Si las mujeres son las que se encargan de colectar el agua, temperaturas más altas hará el trayecto más pesado. Además, si esta agua se agota por las sequías, entonces tendrán que ir hasta un pozo todavía más lejos o morir en el intento. O bien, si esta agua se contamina son más propensas a contraer alguna enfermedad.

Aunque pareciera que la desigualdad de género y el cambio climático son cosas totalmente separadas, la realidad es que las soluciones a ambas van de la mano. No se puede esperar que las soluciones sigan siendo propuestas por personas que han vivido siempre en el privilegio ya que no serán ellos los primeros en ahogarse. En términos de equidad de género, las mujeres nacimos en el piso más bajo del barco solo por ser mujeres; sin embargo, ganas no nos faltan para subir esas escaleras para llegar hasta la cubierta, solo necesitamos que nos abran las puertas y junto con los hombres podamos tomar el timón y proponer e implementar soluciones para que el barco Tierra no se hunda.

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