Mares… ¡de basura!

Las problemáticas asociadas a los residuos sólidos urbanos forman parte de una de las mayores crisis ambientales de nuestro siglo. ¿Has reflexionado cuánta basura produces en un día común?

Según estimaciones de la SEDESOL, para el año 2015 en promedio cada habitante de la Ciudad de México produjo 1.2 kg de basura por día. De manera global, las ciudades del mundo producen en promedio 1,300 millones de toneladas de desechos sólidos al año, de los cuales únicamente el 10% es reciclado y del porcentaje restante, aproximadamente 7 millones de toneladas terminan en el océano cada año. Dar un vistazo a las cifras mundiales de producción de basura resulta aterrador; sin embargo, no hace falta ver esta información que parece tan lejana, basta con voltear a ver las montañas de basura que hay en los contenedores de las plazas comerciales, de nuestras escuelas o incluso de nuestras casas. Estas “montañas” son el reflejo de la producción exorbitante de basura de la que nos encargamos a diario.

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Creamos mares de basura

Y es que, literalmente estamos llenando el mar con basura. Los desechos marinos se definen como todo aquel material sólido que es abandonado en el océano, en las playas, o en corrientes continentales de agua que eventualmente llegan al mar. Los desechos marinos, que incluyen plástico, papel, madera, metal y otros materiales manufacturados, son encontrados en las playas de todo el mundo y en casi todas las profundidades del océano. Es interesante resaltar que entre el 60% y el 80% de todos los desechos marinos están compuestos por plástico.

Los hay de todos los tamaños

Los desechos marinos contienen diferentes tipos y tamaños de plástico, cada uno dañino o incluso mortal en cierto sentido. Los nanoplásticos, la fracción más pequeña de los desechos, provienen de productos cotidianos como tus cosméticos, limpiadores para rostro (como los famosos exfoliantes), pasta de dientes y otros más. Por su lado, los microplásticos son de tamaños milimétricos y provienen principalmente de la fragmentación de piezas de plástico más grandes, lo cual ocurre, por ejemplo durante la fabricación de objetos plástico o cuando se lava lana sintética. Los desechos más grandes, que incluyen filtros de popotes, cigarro, encendedores, desechos médicos y bolsas de plástico, pueden ahogar e incluso estrangular a organismos del ecosistema marino.

Lo más preocupante es que no hay manera de extraer los nano y microplásticos de los ecosistemas. Éstos pueden ingresar a las redes tróficas vía la ingesta por parte de organismos filtradores y pequeños peces y se ha sugerido que las toxinas asociadas pueden ser incluso transmitidas a los seres humanos y a otros seres vivos por el consumo de especies marinas.

El Worldwatch Institute reporta que al menos 267 especies de organismos marinos han sufrido enredamiento o ingesta de desechos marinos, la mayoría de los cuales incluyen al plástico. Midway: Message from the Gyre es un proyecto que recaba una serie de fotografías en la Isla de Midway, ubicada en el Pacífico Norte, que muestran los cadáveres de aves albatros cuyas entrañas están llenas de plástico y otros desechos. Las aves recién nacidas son alimentadas con desechos por sus padres, quienes los encuentran flotando en medio del océano y los confunden con comida. Pero, ¿cómo es que los desechos marinos llegan ahí, a más de 3200 km del continente más cercano?

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Los parches de basura

Los giros oceánicos se definen como movimientos más o menos circulares (o rotacionales) del agua a escalas kilométricas, los cuales pueden estar condicionados, o bordeados, por diferentes corrientes oceánicas que en conjunto trazan el patrón “circular”. Los giros pueden inducir acumulaciones de masa en sus centros y existen dos ejemplos muy populares de este efecto.

El primero es el famoso Mar de Sargazos ubicado en el Atlántico Norte, que es una acumulación de algas flotantes condicionada por la Corriente del Golfo, la Corriente Ecuatorial del Atlántico Norte y la Corriente de las Canarias. Este es un ecosistema en el que conviven muchas especies de organismos marinos, entre ellas peces, tortugas, anguilas, etc. Algunas especies ocupan este lugar como “guardería” para sus crías.

El segundo ejemplo, contrastante con este hermoso oasis de biodiversidad, es el gran parche de basura del Océano Pacífico Norte. Este parche es una gran acumulación de basura limitada, en este caso, por el Giro Subtropical del Pacífico del Norte. Se pueden observar tres acumulaciones principales: la llamada “Eastern garbage patch” (parche de basura del este), ubicada en un área entre Hawaii y California, la “Western garbage patch” (parche de basura del oeste), que se ubica frente a las costas de Japón y una tercera que se ubica al norte del archipiélago de Hawaii. Es así como, además de los desechos marinos cercanos a las costas, la propia dinámica oceánica acarrea nuestra basura a mar abierto, dispersando nuestra inconsciencia a cientos de km de nuestros cómodos hogares.

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¿Qué hacer?

Hay diferentes esfuerzos que pretenden remediar una pequeña parte de este gran desastre ambiental que hemos generado. Pero sin duda algo que está en nuestras manos a pesar de no dedicarnos a las cuestiones ambientales, es reducir nuestra propia producción de basura, ¿en verdad es necesario producir tanta?

Si el plástico es el protagónico en esta invasión oceánica, una buena idea sería reducir al máximo nuestro consumo de este material. Por ejemplo, podemos dejar de pedir bolsas de plástico en cada una de nuestras compras y reemplazar éstas por una bolsa de tela. Podemos comprarnos un juego de plato y cubiertos para llevarlos a los establecimientos de comida “callejera” y dejar de generar esas horribles charolas de plástico y de unicel. También podemos dejar de comprar tanta agua embotellada; en cambio, podemos adquirir una botella de acero inoxidable (la cual dura en promedio 10 años) y llenarla con agua purificada las veces que queramos. Podemos dejar de usar popotes e incentivar a otros a dejar de hacerlo (si de plano eres amante de la experiencia de tomar bebidas con popote, puedes comprarte uno que no sea desechable y llevarlo contigo a todos lados). Podemos hacer, o dejar de hacer muchas cosas.

Para evitar un mar de basura, hace falta un mar de consciencia; invitemos a quienes nos rodean a la reflexión.