Nuevo etiquetado: ¿Realmente es necesario?

¿Cuántxs de nosotrxs leemos las etiquetas de información nutrimental antes de comprar un producto? Y aún más importante, ¿cuántxs de nosotrxs realmente entendemos lo que las etiquetas quieren decir? La verdad es que cada que intento leer la etiqueta de un alimento ultra procesado, no puedo pronunciar ni la mitad de los ingredientes. Y es que no debería de ser tan complicado, ¿o sí? Para hacer donas, la base es simplemente levadura y harina de trigo y entonces, ¿por qué las donitas Bimbo tienen 29 ingredientes? 

Mi intención no es demonizar a los alimentos ultra-procesados (porque, ¿a quién no le gusta comer un Gansito o unas galletas Oreo de vez en cuando?), pero lo cierto es que no los necesitamos. Y es que todo estaría muy bien si de verdad estos alimentos fueran consumidos solo de vez en cuando. Sin embargo, alimentos y bebidas como Coca-Cola se han vuelto parte de la canasta básica de lxs mexicanxs. La dependencia que hemos generado con este tipo de alimentos nos ha llevado a colocarnos en la penosa segunda posición a nivel mundial de personas con obesidad y para intentar tratar el problema, el gobierno mexicano recientemente tomó una medida que muchos han calificado como “radical” y “poco eficiente”.

Al nuevo etiquetado frontal se le considera una medida radical no solo por posiblemente atentar contra los intereses de la industria alimentaria, sino también porque podría tener efectos como desaceleración económica o desempleo. Y es que en general, con cualquier medida que se tome, habrá ganancias y pérdidas. Además, el nuevo etiquetado se le atribuye al nuevo gobierno, por lo que se ha estereotipado como una política de izquierda que lo único que busca es afectar a las grandes compañías que son esenciales para el desarrollo de la economía mexicana. Pero dejemos de lado la politiquería y pongamos las cosas en perspectiva: el nuevo etiquetado es solo una medida dentro de las muchas que se pueden tomar dentro de un sistema alimentario, que está compuesto por agricultores, supermercados y consumidores como tú.

Imagen 1: Familia Cazales (Cuernavaca, México). Foto de Peter Menzel – “Hungry Planet: What the World Eats”. https://time.com/8515/what-the-world-eats-hungry-planet/

Impacto del etiquetado en México y otros países

Antes de empezar a hacer suposiciones sobre lo que el nuevo etiquetado puede representar para la economía o decir que no importa la cantidad de sellos, igual vas a seguir comprando tus papitas y galletas, veamos cómo le ha ido a otros países con políticas similares. En 2016, Chile implementó la misma medida como ley, y cuatro años después ya se empiezan a ver los resultados. Desde su entrada en vigencia, la compra de bebidas azucaradas cayó 25%, la de postres envasados 17% y el contenido promedio de azúcares en los productos se redujo en un 25%. Por otro lado, un estudio demostró que tras la implementación del etiquetado frontal, junto con la prohibición de campañas de marketing dirigidas a niños, la compra de bebidas azucaradas disminuyó 24%. Esta reducción es aún más que cuando solo se aplicaba el impuesto. De hecho en México, desde 2014 las bebidas azucaradas también llevan un impuesto, el cual ha disminuido el consumo en un 12%. Por su parte, algunos países de la Unión Europea, como Alemania y Francia, han implementado un etiquetado al que se le conoce como “Nutriscore”, el cual es un tipo de etiqueta semáforo (siendo rojo el sello menos saludable y verde lo más saludable). La diferencia entre todos estos etiquetados es que en Europa es solo una recomendación, mientras que en Chile y México, es ley. 

Imagen 2. La imagen muestra el cambio relativo en la compra de bebidas después de que las leyes fueron implementadas. Por ejemplo en Chile disminuyó un 23%. Fuente Smith et al. (2020)

Para enfrentar el gran problema de obesidad que tenemos se necesitan medidas de fondo y no solo “por encimita”. Aunque podemos debatir la efectividad de los nuevos sellos, lo que no es debatible es que México tiene un serio problema de obesidad y está comprobado que los alimentos procesados han sido la principal causa. Por si fuera poco, las personas con obesidad son también propensas a muchas otras enfermedades como hipertensión, cáncer y diabetes. Como menciona Michael Pollan en su libro “In Defense of Food: An Eaters Manifesto”, pareciera que es más fácil (y mucho más lucrativo) que la diabetes se vuelva un estilo de vida que cambiar la forma en la que la civilización se alimenta. Aún más, la obesidad aumenta la vulnerabilidad de las personas que la padecen frente a otras enfermedades como el COVID-19. Esta situación me ha generado las siguientes preguntas: ¿Por qué si estamos tomando medidas como usar cubrebocas y no salir de nuestra casa en más de 6 meses no estamos dispuestos a aceptar los sellos en los productos procesados para atender la obesidad?, ¿por qué es más alarmante la crisis sanitaria por COVID que por obesidad? A nivel mundial la obesidad mata a 4 millones de personas al año, mientras que el COVID ha matado a poco más de un millón en lo que va del año. No estoy diciendo que no sea importante atender la crisis por COVID, claro que lo es, pero debemos también reconocer que al menos en México ya teníamos una crisis de salud mucho antes que empezara la pandemia por COVID. 

Para curar el COVID estamos a la espera de una vacuna, pero para curar la obesidad la solución es simplemente comer sano y promover un estilo de vida activo. Aunque la solución parece muy sencilla, la realidad es que como buenos consumidores dentro de un mundo globalizado (en México esto se ve reflejado tras la implementación del TLCAN en 1994) nos hemos olvidado y se nos ha dejado de enseñar cómo comer bien. Lo que parecería sentido común, se ha vuelto algo totalmente influenciado por la voraz industria alimentaria, que más que alimentarnos nos ha sobrealimentado y se ha aprovechado de la, cada vez mayor, desconexión entre nuestra forma vida y la forma en la que se producen los alimentos. 

Algo que me he cuestionado con respecto a todo esto del etiquetado es si realmente lo necesitamos. ¿De verdad estamos tan alienados de la producción de alimentos que ya somos incapaces de reconocer cuáles son más saludables? Si comparamos una manzana contra un jugo de jumex, ¿no sabemos reconocer cuál es más saludable? Tal vez la estrategia no es ver qué producto tiene menos sellos, sino ver qué productos no tienen ningún sello. Te aseguro que si vas al pasillo de frutas y verduras no encontrarás ninguno. Y es que a eso se reduce todo, debemos de desaprender la forma en la que nos alimentamos actualmente y regresar a comer como lo hacían las generaciones pasadas. Michael Pollan en su libro propone una estrategia simple pero efectiva: imagina que vas al super acompañado de tu bisabuela o tatarabuela y compra sólo lo que ella reconocería como un alimento. Si tu tatarabuela no reconoce un alimento, entonces probablemente es porque no lo es, eso es más bien un artículo ultra procesado.

Para atenuar los efectos negativos que el nuevo etiquetado podría representar para la economía se necesitan políticas transversales, porque aunque la obesidad es principalmente un problema de salud, es también un problema de desigualdad. El acceso a una alimentación de calidad en México es un privilegio, porque implica el acceso no solo a alimentos, sino también, el acceso a educación. La comida chatarra afecta a las poblaciones más vulnerables y pobres de nuestro país, y a 1 de cada 20 niñxs. Según el UNICEF, “Las causas principales de la obesidad y el sobrepeso en niñas y niños son el consumo de alimentos procesados con altos niveles de azúcar, grasas trans y sal, así como de bebidas azucaradas que son muy fáciles de adquirir por su amplia distribución, bajo costo y su promoción en medios masivos”. Por otro lado, alguien podría argumentar que las garnachas de la esquina contienen muchas más grasas trans y a esas no se les puede poner sello. Pero el problema sigue siendo el mismo, la seguridad alimentaria de los mexicanos (a la que todos tenemos derecho) está relacionada con el acceso que tengamos a productos de calidad y a un estilo de vida balanceado. Y en lo personal, lo que me gusta del nuevo etiquetado es que todavía sin necesidad de campañas educativas, los octágonos negros permiten que no importa cuál sea tu nivel socioeconómico o de educación, todos podrán identificar las etiquetas como señales de alerta y así tomar mejores decisiones (este tipo de medidas se conocen como “nudge” dentro de las Economía del Comportamiento; son como un tipo de slogan pero con el efecto contrario: desentivar el consumo). Aunque el tema de “tomar mejores decisiones” ha sido controversial, lo cierto es que hasta ahora lo que el nuevo etiquetado ha logrado es poner en la mesa la conversación y ha puesto a lxs mexicanxs a cuestionar lo que consumimos. 

Finalmente, el nuevo etiquetado deberá ser una acción dentro de las muchas necesarias para mejorar nuestra salud. Como consumidores y actores esenciales en el sistema alimentario debemos de seguir exigiendo la aplicación de diferentes políticas públicas y seguir cuestionando al nuevo etiquetado y así poder exigir un cambio conforme aprendemos sobre su efectividad y debilidades. Recuerda que como consumidor tienes el poder de decidir y de influir en el sistema alimentario, y que al final no solo se trata de cuánto sodio, azúcar o calorías tiene un alimento, sino que un alimento es también sobre el placer que provoca, de la comunidad que genera, de la cultura que promueve, y de nuestra relación con el mundo natural

Imagen destacada de Peter Bond en Unsplash.