Conflicto socioambiental en México al 2020: ningún año se debe olvidar

 

por Emanuel Calzadilla | 5 de enero 2021

2020 fue un año lleno de sucesos que nos recuerdan lo incierto de la condición humana, dejándonos mirar con detalle algunas de nuestras fragilidades y fortalezas más íntimas. El conflicto socioambiental en el panorama actual requiere nuevos marcos teóricos (pero sobre todo de acción) que prioricen la defensa del territorio y de la vida por encima de las metas desarrollistas del gobierno en turno (sea cual sea). La crisis ambiental global debe hacernos ver que no hay un mañana mejor si no cambiamos la forma en que nos relacionamos con el medio. Estos problemas no existen aparte ni están aislados de la vida en todos sus ámbitos y están relacionados con otras problemáticas estructurales: la del capital, la colonialidad y el patriarcado son algunas. Resulta complejo analizar un conflicto desde todos sus posibles vértices y aristas, pero también se vuelve más necesario que nunca. En México la problemática requiere hoy una atención mucho más cuidadosa y con un carácter de movilización social muy importante a fin de hacer frente al afán de desarrollo impulsado por la estructura dominante.

La lucha por la vida y por el territorio puede ser imaginada en diferentes escenarios, desde esos pleitos por el agua en tu colonia hasta el tan mencionado Aeropuerto de Santa Lucía o cualquier otro de los megaproyectos en puerta… pero, ¿a qué nos referimos con conflicto socioambiental? Pues se trata de todo proceso social y situado en el que se hallan contrapuestos los intereses de grupos sociales por la distribución, acceso y toma de decisiones respecto del medio natural. Ocurre cuando las distintas partes asignan distintos valores al medio, por distintas razones para cada cual, haciéndolas entrar en disputa. En este sentido, la problemática ambiental es inevitable porque todos los grupos humanos tienen intereses distintos y se debe llegar a acuerdos que prioricen una mejor calidad de vida. El conflicto socioambiental se muestra a distintas escalas y en México ha llegado a niveles de violencia que vuelven al activismo ambiental una labor que puede poner en riesgo la vida. Hay pugna en todos lados, aquí analizaremos a grandes rasgos.

El conflicto socioambiental se muestra a distintas escalas y en México ha llegado a niveles de violencia que vuelven al activismo ambiental una labor que puede poner en riesgo la vida

¿Qué hay que decir del 2020?

Al día de hoy los proyectos estrella de la administración federal incluyen el que se conoce como Tren Maya, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, el Tren Interurbano México-Toluca, el Proyecto Integral Morelos, el Corredor Transístmico, la Refinería Dos Bocas, así como otros proyectos que no son de infraestructura, como el programa Sembrando Vida (con varios problemas en su aplicación, como la deforestación de bosque nativo por parte de agricultores con tal de acceder al programa), por mencionar algunos. Dichos proyectos tienen como meta generar polos de desarrollo, que son potenciales nuevos centros detonadores de urbanización, turismo y crecimiento de mancha urbana, con todo el impacto al medio ambiente que esto significa.

Cartel parte del proyecto "Propaganda y Conciencia", por Gran OM & Co. (2019).
Cartel parte del proyecto “Propaganda y Conciencia”, por Gran OM & Co. (2019).

¿Por qué un gobierno en turno aparentemente de izquierda/antineoliberal sigue desatendiendo la problemática ambiental? La respuesta es que la 4T (Cuarta Transformación) llegada a turno en 2018 aún mantiene como prioridad un modelo de desarrollo que sostiene a la naturaleza como un algo, como un eso que tenemos el derecho de explotar, extraer y manejar a nuestro antojo. En las decisiones tomadas desde el primer día de mandato jamás se ha puesto en duda poner en primer lugar la explotación petrolera antes que pensar en otras formas de obtención de energía menos contaminante. Además se ha recortado mucho (más que en otros sexenios) el presupuesto destinado a los órganos de gobierno y fideicomisos destinados a la protección y conservación del medio ambiente, como es el caso de la CONANP, PROFEPA o de la SEMARNAT misma. Una regulación poco profunda en materia de impacto ambiental permite que las grandes transnacionales operen y que los megaproyectos de gobierno hoy estén firmemente en boca del ejecutivo federal como algo que se va a hacer, así sin más (como el Tren Maya, por ejemplo, para el cual sólo hay publicadas Manifestaciones de Impacto Ambiental para tres subtramos del mismo y no para la totalidad de la obra). 

El gobierno actual se inserta dentro de una lógica capitalista que se puede considerar como neoextractivista. Según la socióloga argentina Maristella Svampa (2019), el neoextractivismo se caracteriza por prácticas extractivistas ya conocidas que implican la explotación de bienes primarios de la naturaleza, en donde la lógica es considerar a la naturaleza como algo que puede ser explotado y acumulado a voluntad sin pensar en consecuencias planetarias, al igual que la explotación de las colectividades humanas y no humanas. También promueve la multiplicación de megaproyectos de infraestructura energética, de transporte o derivados. Se trata de políticas nacionales que tienen como fin satisfacer las demandas del mercado internacional directamente. El neoextractivismo va ligado a acciones de represión por parte del Estado en las que encajan perfectamente el desplazamiento y las desapariciones forzadas, meras tácticas de terrorismo de Estado que buscan infundir miedo y detener cualquier intento de subversión.

El neoextractivismo va ligado a acciones de represión por parte del Estado en las que encajan perfectamente el desplazamiento y las desapariciones forzadas, meras tácticas de terrorismo de Estado que buscan infundir miedo y detener cualquier intento de subversión

Es duro e impactante buscar cifras para saber cuántas mujeres y hombres han sido asesinados por defender territorios y vidas otras que juraron proteger y cuidar porque sabían que eso era lo correcto. En el territorio mexicano han sido asesinadas 83 personas entre 2012 y 2019, según el CEMDA (Centro Mexicano de Derecho Ambiental) y organizaciones como Global Witness. A estos nombres habría que agregar los del 2020: Homero Gómez, Raúl Hernández (defensores de la mariposa monarca y el bosque michoacano), Paulina Gómez (defensora de Wirikuta), Isaac Medardo (opositor de megaproyectos en Morelos), Eugui Roy (estudiante y defensor oaxaqueño), entre muchos más a quienes les fue arrebatado el aliento. Entre los sectores más conflictivos se encuentran el energético y el de extracción minera.

Cartel parte del proyecto "Propaganda & Conciencia", por Gran OM & Co. (2020).
Cartel parte del proyecto “Propaganda & Conciencia”, por Gran OM & Co. (2020).

En México, así como en el resto de América Latina, han sido cada vez más visibles, más activos y más intercomunicados los movimientos de resistencia ante el desarrollo, ante el despojo, la represión, las amenazas y la violencia que impera en nuestro país. Así, tenemos algunos como los de comunidades al norte del país en Sonora o Chihuahua en defensa de sus ríos y agua, en el occidente en donde se defiende el bosque ante la deforestación, actividades del crimen organizado y el cultivo de aguacate para exportación o la defensa de territorios que se consideran sagrados como es el caso de Wirikuta (así como la oposición a las mineras en todo el país, como en la Sierra Norte de Puebla). Además, se suman las exigencias por el derecho a agua, aire y cultivos libres de metales pesados y demás compuestos en el Valle del Mezquital; a vivir en paz y no servir como agricultor al cultivo de amapola del narcotráfico en las sierras del país; a no ser despojado de tierras como en Atenco o Santa Lucía; así como la lucha de las periferias a las ciudades que buscan no volverse mancha urbana tan fácil, al igual que los caminos que comunidades autónomas en todo el territorio mexicano han intentado seguir y comunicar. En fin, hay muchos casos que se podrían mencionar. El aumento en estos movimientos sociales ha traído también un incremento en las amenazas, persecución y ataques, y casi siempre se le relaciona al Estado como partícipe de la represión, ya sea directa o indirectamente a través de nexos con el crimen organizado o grupos paramilitares.

Una reflexión al respecto…

Si te preguntas aún por qué estas comunidades se oponen a lo que aparentemente parece una oportunidad de progresar pues pensemos: ¿qué pasa si alguien llega a tu casa a tirar paredes y decirte que debes cambiar tu modo de vida sin siquiera preguntarte o tomar en cuenta tu forma de pensar, sentir o vivir, pero en nombre del bien de tu país? ¿qué pasa si lo que deseas es justicia, paz y una vida digna y libre, y no eso que te dicen que es desarrollo y progreso? ¿qué pasa si quieres organizarte con tu comunidad para tomar esas decisiones sin imponer nada a nadie, más bien llegando a acuerdos comunes? 

Propaganda de El Istmo es nuestro.
Propaganda de El Istmo es nuestro.

Es curioso que este nuevo extractivismo también esté relacionado con una movilización mayor de sociedades y una mayor interconexión entre los movimientos, entre los que destacan los de pueblos originarios y movimientos campesinos, además de crecientes resistencias en entornos urbanos. Se hacen visibles las diferencias entre grupos y se apuesta por reconocer esa diferencia para preguntarse cuál es el camino que cada quien quiere seguir e ir a la democracia y a la participación/acción directas. Se trata de nuevas formas de lucha en las que se deja de lado una visión antropocéntrica (centrada en el ser humano) para tomar una relacional (entendiendo lo humano como una parte del todo, no como el centro).

Hoy y siempre hay que dejar en claro que el cuidado del entorno es una tarea que concierne a cualquiera. Estamos inmersos en una estructura y un sistema que se basan en la explotación del medio y de las personas, arrollando con la vida y con una naturaleza de la que creemos estar desligados. Claro que hay alternativas y cada habitante de este planeta es capaz de aportar algo. No se trata de que tengamos la misma vida, se trata de organizarnos y apropiarnos de formas de vivir en comunidad. Muchos grupos sociales nos demuestran todos los días que hay formas de hacer las cosas estableciendo (y reestableciendo) un mejor vínculo con el entorno, un vínculo en el que nos sepamos parte de un todo, de un continuo, y no partes separadas que no se influyen mutuamente. La pandemia de COVID-19 aún no se ha ido, pero sí nos ha hecho cuestionarnos un montón de cosas, si es que antes no las habíamos pensado ya. Las crisis sociales tanto como las ambientales no están separadas y deben estar en nuestra mente, pues no nos son ajenas para nada.

Claro que hay alternativas y cada habitante de este planeta es capaz de aportar algo. No se trata de que tengamos la misma vida, se trata de organizarnos y apropiarnos de formas de vivir en comunidad

Manifestación en contra de megaproyectos en México (2020). Foto: Cuartoscuro.
Manifestación en contra de megaproyectos en México (2020). Foto: Cuartoscuro.

¿Cuándo será el momento para dejar de fingir que no nos afecta? ¿Hace falta ser una parte directamente afectada para ver más allá de nuestras narices? ¿Cómo vivir una vida tranquila cuando todo los días se te recuerda que se acalla a quien se atreve a alzar la voz? Si la corriente va en contra no hay de otra más que buscar formar parte de esas resistencias.

Finalmente me gustaría decir que lo que escribo no pretende hallar alguna respuesta, más bien plantearnos muchas más preguntas. El mundo es como es, pero podría ser diferente: un mundo donde quepan muchos mundos.

P.D. Léanse el libro en el que se basa esta columna, es un punto de partida muy bueno. Se llama Las fronteras del neoextractivismo en América Latina, de la socióloga argentina Maristella Svampa. Además aquí en Planeteando está una columna sobre extractivismos, realizada por Violeta Cardona.

Foto de portada por Emanuel Calzadilla (@emanuelcz en Instagram).