Algunos piensan que no tiene caso que los chilangos nos sigamos aferrando a la existencia de las quesadillas sin queso. Argumentan que sería mejor para todos si adoptamos la deifinición del resto del país y aceptáramos que una quesadilla siempre lleva queso. No podrían estar más equivocados. Los nombres importan.
Nombrar es el primer paso para reconocer que algo existe. Incluso si al final terminas con los mismos ingredientes en tu panza, el nombre, la apariencia y el orden de los ingredientes crean una experiencia única e irremplazable para cada platillo. En términos retóricos, eso es lo que Fran Moore, mi co-autora, y yo hicimos en nuestra investigación publicada en Nature Sustainability. Modificamos un modelo económico-climático para reconocer que los sistemas naturales proporcionan beneficios únicos e irremplazables a la sociedad.
En los modelos computacionales que integran el clima y la economía, típicamente hay dos bloques fundamentales que construyen el bienestar social: el capital humano (usualmente visto como fuerza laboral) y el capital manufacturado (infraestructura). Lo que hicimos nosotros fue añadir el capital natural como un tercer bloque fundamental, que representa las funciones y la diversidad de los ecosistemas saludables, que al final del día proporcionan beneficios únicos a los que a menudo se denomina servicios ecosistémicos: aire limpio, recreación y reducción del riesgo de desastres, por nombrar algunos.
Los economistas son muy conscientes de que el bienestar humano depende en gran medida de los sistemas naturales, sin embargo, a menudo permanece sin nombre en las entrañas de los modelos computacionales utilizados para calcular los costos del cambio climático. Afortunadamente, la literatura de la sostenibilidad ha cuantificado cuidadosamente eso en los últimos años. En este artículo, reconciliamos los hallazgos más recientes de ambas líneas de investigación de una manera que no estaba actualmente representada en los modelos económicos y de política climática.
Basándonos en las recientes cuantificaciones mundiales de capital natural, así como en su papel en nuestra economía y bienestar, encontramos que la trayectoria de las emisiones de carbono que maximiza el bienestar en el modelo es consistente con limitar la temperatura en 1.5 grados centígrados para finales de siglo. Este resultado contrasta con la versión estándar del modelo -el mismo modelo que le valió a William Nordhaus su Premio Nobel en 2018- que recomienda sólo restricciones graduales de las emisiones, produciendo un calentamiento cercano a los 3 Celsius para 2100.
Mientras que otras investigaciones han obtenido resultados similares actualizando la física o la economía de este modelo, esta es la primera versión que incluye explícitamente a la naturaleza como un elemento fundamental para nuestra sociedad. Es hora de ir más allá de algunas representaciones clásicas del bienestar y enriquecer nuestros modelos y cálculos con la diversidad de experiencias únicas que valoramos en nuestra vida cotidiana. Porque el mundo no sería el mismo para los capitalinos si no existieran las quesadillas sin queso.