La turbulenta historia del agua en la Cuenca de México: época prehispánica

Queridos planetarios, me reporto desde la Ciudad de México, el lugar donde nací y vivo actualmente. Aquí, más que en otras ciudades, el hecho de poder abrir la llave y disfrutar del agua por unos instantes para después desecharla por el drenaje representa casi un milagro. Sin embargo, la situación no ha sido siempre la misma, pues el papel que ha tenido el agua en este imponente lugar ha cambiado mucho a través del tiempo. En esta primera entrada de tres viajaremos unos cientos de años al pasado, ¿vienen?

La Cuenca de México: un lugar muy peculiar

La Ciudad de México es famosa a nivel mundial por muchos aspectos, pero poco se habla acerca de lo peculiar que es el lugar en el que se encuentra establecida. Esta ciudad se encuentra en las alturas, a unos ¡2 250 m s.n.m. (metros sobre el nivel del mar)!, dentro de los que se conoce como Cuenca de México, en la que también se encuentran porciones de los estados de Puebla, Tlaxcala y el Estado de México. La cuenca está bordeada por sierras, montañas y volcanes como el Popocatépetl (5 438 m s.n.m.) y el Ajusco (4 153 m s.n.m.), pertenecientes al Cinturón Volcánico transmexicano. Se ha mencionado que la cuenca parece “una olla puesta sobre un alta, muy alta, mesa” y en un dibujo que hizo el mismísimo explorador Alexander Von Humboldt esto se puede corroborar. La parte más baja de la cuenca tiene una elevación de 2 236 m s.n.m. y se conoce como el Valle de México.

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Plano que muestra cómo lucen la topografía en vista transversal desde Acapulco, pasando por la Cuenca de México y finalizando en Veracruz realizado por Alexander Von Humboldt.

La temperatura en la cuenca tiene un valor promedio anual muy agradable de entre 14°C y 16°C. Eso sí, ¡en este territorio llueve mucho! La precipitación pluvial se presenta de mayo a octubre con volúmenes de 5 380 a 6 050 millones de metros cúbicos al año y es considerada una de las más elevadas del mundo. Por ello, nuestra concepción del verano es muy distinta a la de otros lugares; si bien “hace calorcito”, nuestros planes al aire libre casi siempre se ven dificultados por la lluvia (porque hay de lluvias a lluvias y aquí, “se cae el cielo”).

Los caminos del agua

El agua en nuestro planeta está en constante movimiento y transformaciones que se engloban en lo que se conoce como el ciclo del agua. De las muchas vías que se podrían mencionar, nos fijaremos en la siguiente: después de un evento de lluvia, el agua es parcialmente interceptada por la vegetación, otra parte escurre por la superficie del terreno formando arroyos y ríos, otra más se evapora y el resto se infiltra en el subsuelo. Las zonas en las que se favorece la infiltración se conocen como zonas de recarga y normalmente se encuentran en las montañas. Una vez que el agua se infiltra pasa a formar parte del sistema de flujo de agua subterránea y se desplaza por los estratos del subsuelo a velocidades que van de unos pocos decímetros hasta algunos cientos de metros al año, dependiendo de los materiales por los que circula. A medida que el agua subterránea fluye va disolviendo elementos de las rocas con las que interactúa y su concentración de elementos químicos se va enriqueciendo. El agua puede descargar ya sea en puntos intermedios de su camino, conocidos como descargas locales (por ejemplo, manantiales, lagos y ríos) o bien en los puntos terminales de su recorrido a manera de descargas globales, que normalmente se ubican en el mar. Las llamadas cuencas endorreicas son la excepción, pues estas son sistemas de drenaje interno en las que el agua no fluye hacia el mar (ni a otras cuencas). En estas cuencas las descargas globales se encuentran en las porciones más bajas y forman lagos o planicies de inundación. El agua en estos lagos contiene altas cantidades de sales debido a que la evaporación hace que estas se concentren y además las descargas de agua subterránea, al ser globales, están enriquecidas en sales.

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El paisaje acuático de la Cuenca de México

Regresemos a nuestra historia…. La Cuenca de México en condiciones naturales era precisamente una cuenca endorreica (y en las próximas entradas veremos por qué dejó de serlo). Durante la época prehispánica descendían alrededor de 48 ríos desde las montañas. Sin embargo, debido a las características geológicas de la cuenca (en la que predominan los materiales volcánicos que favorecen el flujo del agua subterránea), enormes volúmenes de agua se infiltraban en el subsuelo para comenzar su camino en el mundo subterráneo. Había descargas locales en algunos puntos de las montañas, particularmente en las partes más bajas, donde podían encontrarse cientos de manantiales de entre los cuales destacaban los de la zona de Chapultepec, Xochimilco y Coyoacán (¿te lo imaginabas?). Sin embargo, la mayor parte del agua continuaba su camino hacia la zona de descarga global, ubicada en la parte más baja cuenca: el valle. En conjunto, toda el agua que llegaba al valle (tanto superficial como subterránea) contribuía al establecimiento de 4 cuatro grandes áreas con lagos. La primera delimitaba lo que hoy en día se conoce como el Valle de México y se conformaba por cinco lagos: Chalco, Xochimilco, Texcoco, San Cristóbal-Xaltocán y Zumpango. Las tres restantes eran las lagunas de Tochac, Apan y Tecocomulco. Al ser el Lago Texcoco el que ocupaba la parte más baja del valle, recibía flujo del resto de los lagos en temporadas de fuertes lluvias. Después de saber todo esto, ¿quién no querría una máquina del tiempo para ver el espectacular paisaje de la Cuenca de México?

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Apariencia original de la Cuenca de México con sus lagos y ríos.

El agua, los Mexicas y la gran Tenochtitlán

Quienes sí tuvieron la oportunidad de disfrutar este paisaje fueron los habitantes del valle, en particular los mexicas. Este grupo vivía originalmente en una isla llamada Aztlán ubicada al norte de la Cuenca de México (y es por ello que también son llamados Aztecas). Siguiendo la indicación de su dios Huitzilopochtli comenzaron una peregrinación en busca de nuevas tierras que duró varias generaciones hasta que decidieron establecerse en el Valle de México.

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Este esplendoroso lugar originalmente lo habitaban algunas tribus entre las cuales se encontraban los Tepanecas, quienes dieron permiso a los mexicas de establecerse en una zona al oeste del valle, cerca de Chapultepec. No obstante, Huitzilopochtli les había ordenado que fundaran la ciudad en donde encontraran “un águila parada sobre un nopal devorando una serpiente”. Fue hasta el año 1325 que hallaron este sitio en un par de islas ubicadas en el gran lago de Texcoco y fundaron en ellas la Ciudad de México-Tenochtitlan.

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El designio de Huitzilopochtli: águila parada sobre un nopal devorando una serpiente

Entre la sed y las inundaciones

Los Mexicas unificaron las dos islas y las expandieron mediante el uso de chinampas: capas compactadas de tierra que flotan sobre el agua. También construyeron calzadas que conectaban a la ciudad con la tierra firme a los alrededores.

En un principio, la fuente de agua para esta comunidad eran pequeños manantiales que brotaban en las islas (como expresiones de la descarga global), ya que el agua del Lago Texcoco no era potable (y en este punto, ya sabemos por qué). Sin embargo, a medida que fue creciendo la población, tuvieron que recurrir a nuevas fuentes de abastecimiento que precisamente los pueblos ubicados en las orillas del lago tenían…

En 1424, casi 100 años después de la fundación de la ciudad, hubo una guerra en la que los Mexicas conquistaron aquellas tribus que en el pasado les ofrecieron alojo en el valle y los manantiales de Chapultepec, Coyoacán y Xochimilco fueron añadidos al nuevo imperio.

La ciudad fue protegida de las inundaciones por un gran dique (también llamado “albarradón”) edificado por Nezahualcóyotl, rey de Texcoco, en 1449, desde el cerro de Atzacoalco hasta Iztapalapa. Tenía 16 km de largo y sirvió también para separar las aguas un poco más salobres de la región este del lago de Texcoco de las que se encontraban alrededor de Tenochtitlan, en las cuales fluía agua dulce desde los lagos del sur.

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A pesar de que los mexicas ya tenían dominio sobre los manantiales, el traer el agua a la ciudad seguía siendo un problema. Por ello, Chimalpopoca, el tercer emperador del imperio ordenó que Netzahualcóyotl se encargase del diseño y construcción de un acueducto desde las montañas de Chapultepec que atravesaría el lago y llegaría a la ciudad para abastecerla con agua dulce. La obra fue concluida con éxito en 1466, en tiempos del tlatoani Moctezuma.

La ciudad y la población seguían creciendo. Por ello, Ahuizótl, padre de Cuauhtémoc, decidió construir en 1498 otro gran acueducto para abastecer a la ciudad, en esta ocasión desde las costas de Coyoacán y Churubusco. Tzotzoma, señor de Coyoacán, advirtió que esto no era una buena idea pues había temporadas en las que de los manantiales brotaban volúmenes de agua exagerados; sin embargo, no fue escuchado y en cambio fue asesinado. Poco tiempo después de terminada la obra de Coyoacán, se dieron cuenta que Ahuitzótl tenía razón, pues los titánicos volúmenes de agua provocaron una de las mayores inundaciones en Tenochtitlán. Los Mexicas consideraron este hecho como un mal augurio y destruyeron el acueducto.

El final se acercaba

A pesar de las dificultades a las que los mexicas se enfrentaron al vivir en una ciudad rodeada por el gran lago, finalmente lograron desarrollar la infraestructura y el conocimiento acerca del agua. Tenían tecnologías avanzadas para obtener alimento, recolectar agua de lluvia, controlar las inundaciones y reciclar sus desechos. Pero no sólo eso, sino que el agua pasó a formar parte esencial de su cultura y de su manera de entender al mundo. Se dice que los mexicas se bañaban diario y que el incumplimiento de este estándar era causa de divorcio. Asimismo, la ropa, los pisos y las calles eran lavadas constantemente. Sin embargo, la situación del agua en la Cuenca de México daría un giro dramático e irónico dentro de muy poco.

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México-Tenochtitlán vista desde el Cerro de la Estrella. Reconstrucción hecha por Tomás Filsinger.

Referencias principales

  • Legorreta Gutiérrez, J. (2006). El agua y la Ciudad de México: de Tenochtitlán a la megalópolis del siglo XXI. Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco, División de Ciencias y Artes para el Diseño, Departamento de Evaluación del Diseño en el Tiempo.
  • Durazo, J., & Farvolden, R. N. (1989). The groundwater regime of the Valley of Mexico from historic evidence and field observations. Journal of Hydrology, 112(1-2), 171-190.
  • Escolero, O. 2018. Sistemas regionales de flujo de agua subterránea. Instituto Mexicano de Tecnología del Agua. Jiutepec, Morelos, México. 466 pp.