¿Qué tan peligroso es el volcán Popocatépetl de México? Depende a quién le preguntes

Katherine Kornei | 29 de enero del 2014

This is an authorized translation of an Eos article. Esta es una traducción al español autorizada de un artículo de Eos.

Si hubiera que creer en los titulares, las 22 millones de personas viviendo en el gran área metropolitana de Ciudad de México están en peligro. La amenaza es el Popocatépetl, un volcán que recobró vida en 1994 luego de décadas de quietud. Frecuentemente, los reportajes usan palabras y frases como “erupciones amenazantes” y “en auge” para describir el estratovolcán activo a 70 kilómetros al sureste de la capital de México.

Por supuesto que la historia real tiene muchos más matices – el Popocatépetl presenta distintos niveles de peligros y la visión de las personas sobre la actividad volcánica está enmarcada por sus experiencias de vida y moldeada por sus propias percepciones del riesgo así como también por los esfuerzos de comunicación de científicos y funcionarios gubernamentales.

Es uno de los volcanes más activos de México”.

El Popocatépetl es quizás el rasgo más conocido del Cinturón Volcánico Transmexicano, el cual se extiende más de 600 kilómetros a lo largo de México central. El estratovolcán de 5,400 metros de alto puede ser visto desde varias ciudades y pueblos y ocupa un lugar prominente en leyendas aztecas así como también en las creencias religiosas de muchos mexicanos contemporáneos, particularmente quienes viven en comunidades rurales. Desde mediados de la década de 1990, el Popocatépetl se ha vuelto más activo y, por ello, ha aparecido en las noticias y en las redes sociales.

“Es uno de los volcanes más activos de México”, dijo Lizeth Caballero García, una vulcanóloga de la Universidad Nacional Autónoma de México en Cuidad de México. “Es considerado el más riesgoso”.

Activo a lo largo de los tiempos

El Popocatépetl tiene una larga historia de actividad: un grupo de investigación liderado por Ivan Sunyé Puchol estimó recientemente que el volcán ha hecho erupción de forma explosiva más de 25 veces a lo largo de los últimos 500,000 años. Sunyé Puchol, un geólogo de la Universidad de Roma, y sus colaboradores reconstruyeron la actividad pasada del Popocatépetl y otros volcanes mediante datación de capas de piedra pómez, una roca porosa surgida de erupciones volcánicas. La piedra pómez del Popocatépetl que estudiaron Sunyé Puchol y sus colegas surgió de erupciones de grandes dimensiones, eventos con un índice de explosividad volcánica (IEV) en un rango de 4 a 6, sugiere el equipo. (Como comparación, la erupción del 18 de mayo de 1980 del Monte Santa Helena en el estado de Washington se caracterizó por un IEV de 5). 

La última erupción explosiva del Popocatépetl de un tamaño significativo ocurrió hace aproximadamente 1,100 años. Sin embargo, el volcán volvió a cobrar vida a fines de 1994 con una serie de pequeñas erupciones (IEV de 2 como máximo) que produjeron una columna de ceniza de 7 kilómetros de alto. El Popocatépetl ha permanecido activo desde entonces y repetidamente ceniza color marrón claro ha cubierto pueblos cercanos como Tetela del Volcán e incluso ciudades más alejadas como Puebla y Ciudad de México. Flujos de lodo de pómez y ceniza, conocidos como lahares, descendieron por las laderas casi verticales del volcán. Corrientes de densidad piroclástica, nubes de gas caliente y detritos volcánicos que se avalanchan cuesta abajo a cientos de kilómetros por hora también han sido reportadas en el Popocatépetl

“Las caídas de ceniza, los lahares y las corrientes de densidad piroclástica son, en mi opinión, los verdaderos peligros hoy en día”, dijo Sunyé Puchol.

La nube y el gobernador

Pero comunicar de forma precisa y efectiva los distintos riesgos que presenta el Popocatépetl es un trabajo desafiante. Por ejemplo, un fenómeno que por fuera parece ser peligroso – como puede ser una nube de ceniza elevándose en la atmósfera – podría representar, de hecho, un riesgo pequeño para las poblaciones cercanas.

Ana Lillian Martin del Pozzo, una vulcanóloga de la Universidad Nacional Autónoma de México, recuerda que un funcionario del gobierno la llamó tarde una noche para pedirle consejo. El gobernador estatal estaba preocupado porque había visto una gran nube negra en el cielo y estaba considerando emitir una orden de evacuación. Eso es solo ceniza, le aseguró Martin del Pozzo, y no era razón para la evacuación. Pero si esa ceniza comienza a caer al suelo, agregó ella, los residentes deben tomar precauciones como mantenerse bajo techo siempre que sea posible y cubrirse la cara cuando salen al exterior.

Consejos como esos tienen sentido para la mayoría de la gente, dijo Martin del Pozzo, porque generalmente el público tiene un buen entendimiento de que inhalar material particulado puede ser dañino para el sistema respiratorio (aunque la ceniza volcánica no se parece en nada a la ceniza producida por un incendio).

Sin embargo, hay otro efecto deletéreo de la exposición a la ceniza que es mucho menos conocido, dijo ella: “Es sobre los ojos”. La ceniza volcánica, la cual está compuesta de trozos de vidrio y roca, puede literalmente desgastar el delicado tejido del sistema ocular. Cuando estudiaron personas viviendo en las cercanías de un volcán activo en Japón, investigadores descubrieron que son comunes los síntomas como enrojecimiento, picazón y secreción. La gente que vive a la sombra del Popocatépetl debería seguir unos simples pasos para proteger sus ojos cuando está cayendo ceniza, dijo Martin del Pozzo. “Usar anteojos. Usar un sombrero”. 

La sombra del Don Goyo

Sin embargo, no todos le prestan atención a esas advertencias. Cuando Caballero García visitó Hueyapan, un pequeño pueblo en el estado de Morelos, ella oyó historias de mujeres locales que intencionalmente salían al exterior cuando caía ceniza. Ellas sabían que el material provenía del Popocatépetl, una montaña que consideraban imbuida de poder espiritual, y trataban de recolectar ceniza en sus cabezas, dijo Caballero García. Las mujeres eran principalmente guiadas por la curiosidad, dijo ella, pero es importante recordar que para muchos mexicanos el Popocatépetl es más que solo un volcán. 

“En algunos pueblos, el Popocatépetl es considerado como una montaña sagrada, con una compleja identidad entre Dios y humano”, dijo Caballero García.

“En algunos pueblos, el Popocatépetl es considerado como una montaña sagrada, con una compleja identidad entre Dios y humano”.

El Popocatépetl aparece en leyendas aztecas y los pequeños pueblos cercanos  al volcán típicamente tienen murales que muestran al Popocatépetl en dos formas: el edificio volcánico y un guerrero azteca conocido como “Don Goyo”, una personificación del volcán, generalmente benévola, asociada con San Gregorio. De cualquier manera, “el Popo tiene nombre humano”, dijo Caballero García. El 12 de marzo de cada año, el cumpleaños de Don Goyo, la gente sube por los flancos del volcán para dejar ofrendas de comida y flores. 

Esa dualidad – el Popocatépetl como volcán físico y su semejanza espiritual – afecta cómo las personas conceptualizan el riesgo volcánico, que a su vez está moldeado por las experiencias de vida y las creencias personales, entre otros factores. 

Entre 2013 y 2016, un grupo de investigadores entrevistaron a más de 130 residentes de Tetela del Volcán, un pueblo ubicado a solo 15 kilómetros del cráter del Popocatépetl, para comprender mejor la percepción local del riesgo en torno al Popocatépetl. Algunos de los participantes eran tan jóvenes que crecieron conociendo al volcán solo en su fase más activa; otros recordaban tiempos más antiguos cuando el Popocatépetl estaba dormido. 

Los investigadores descubrieron que los adultos mayores tendían a tener creencias más simbólicas sobre el Popocatépetl y su forma personificada de Don Goyo. “Los ancianos tienen más concepciones de respeto y simbolismo con respecto al volcán”, dijo Esperanza López-Vázquez, psicóloga social y ambiental de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos en Cuernavaca, México, y miembro del grupo de investigación. Esas creencias se correlacionaban con percepciones del riesgo más bajas, descubrió el grupo. 

“Estas diferencias generan tensiones entre generaciones”.

Por otro lado, la investigación reveló que los adultos de mediana edad y los adolescentes tendían a basar sus impresiones acerca de los riesgos relacionados al Popocatépetl más bien en información científica. Por ello, las personas más jóvenes tenían una mayor percepción del riesgo, dijo López-Vázquez, a pesar de haber aprendido sobre el Popocatépetl a partir de historias orales de sus familiares mayores. Estas diferencias en el riesgo percibido, dijo ella, pueden “generar tensiones entre generaciones”.

Tanto los adultos de mediana edad como los adultos mayores recordaban haber sido evacuados de urgencia de Tetela del Volcán en el 2000 y el 2001 debido a un aumento de la actividad volcánica. Las pobres condiciones de las rutas hicieron que las evacuaciones masivas se dificultaran, recuerdan los residentes, y había sentimientos subyacentes de inquietud y desconfianza por dejar atrás pertenencias y animales de granja. Es natural asumir que esas experiencias de vida afectarían la decisión de algunos de volver a evacuar en el futuro, concluyeron los investigadores. 

Los jóvenes nunca habían experimentado una evacuación relacionada al Popocatépetl pero habían crecido acostumbrados a escuchar y sentir como retumbaba el volcán, reportó el grupo. “Al mismo tiempo estás asustado, pero es algo normal, algo a lo que estamos acostumbrados”, dijo un joven participante. 

Equilibrando la seguridad y las creencias personales

Claramente, los residentes de Tetela del Volcán difieren en sus niveles de percepción del riesgo volcánico y emplean un amplio rango de estrategias para lidiar con la presencia de un volcán activo. Esas estrategias incluyen todo, desde personificar al volcán como un ser benevolente hasta desarrollar una fuerte identidad comunitaria que ve la relocalización como un acto de abandono. 

“Las personas han aprendido a vivir con el riesgo del volcán”, dijo López-Vázquez.

A la luz de esos distintos mecanismos de afrontamiento, los científicos y los políticos han descubierto que puede ser difícil equilibrar la necesidad de seguridad pública y el respeto por las creencias personales. Los funcionarios mexicanos han tendido a errar al brindar recomendaciones para evitar áreas particularmente riesgosas en lugar de prohibir por completo el acceso al Popocatépetl, por ejemplo. (Sin embargo, las personas tienen legalmente prohibido vivir a menos de 12 kilómetros del volcán).

Ayudar a las personas a sentirse empoderadas es un aspecto importante de la preparación ante el desastre. Desde mensajes de ShakeAlert que proveen advertencias para agacharse y cubrirse antes de un terremoto inminente hasta carteles colocados en áreas costeras indicando rutas de evacuación ante tsunamis, proveer información con antelación permite a las personas prepararse y, por lo tanto, sentirse más capaces y seguras cuando ocurre un desastre.

En 1997, el Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED) de México dio a conocer la primera versión de un mapa de peligros del Popocatépetl. Ese mapa, el cual ha sido actualizado nuevamente en 2016, muestra las regiones más propensas a ser afectadas por caída de ceniza, lahares, corrientes de densidad piroclástica y flujos de lava, entre otros riesgos volcánicos. 

El mapa de peligros del Popocatépetl está publicado en línea en español y en náhuatl y es publicitado regularmente a través de redes sociales, le dijo a Eos Tomás Alberto Sánchez Pérez, director de comunicaciones del CENAPRED.

Pero por supuesto que solo porque un recurso esté disponible en línea no significa que todos los estén viendo. Eso es particularmente cierto porque el acceso a Internet no es común en todo México. Los centros urbanos como Puebla y Ciudad de México tienen mucha conectividad, pero muchas comunidades pequeñas no están tan equipadas digitalmente, dijo Sunyé Puchol, quien vivió cerca de Ciudad de México desde el 2012 al 2018. “Hay dos mundos en México”, dijo. 

La brecha digital entre las poblaciones urbanas y rurales significa que tanto los científicos como los funcionarios gubernamentales deben confiar en múltiples métodos para comunicar los riesgos volcánicos. No es una sorpresa que los que dieron mejores resultados involucraran establecer conexiones cara a cara.

Conectando en persona 

De manera constante, Martin del Pozzo y sus colegas llevan copias físicas del mapa de peligros del Popocatépetl a escuelas y universidades. “Hemos estado haciendo ese tipo de difusión en persona por décadas”, dijo ella. “Comenzamos a trabajar con la gente antes de que el Popo entrara en erupción”. Martin del Pozzo ha visto crecer a los estudiantes y ha desarrollado una buena relación con los educadores, quienes vuelven a invitarla año tras año. “Hemos construido esta relación estrecha”, dijo ella. 

Sunyé Puchol y otros investigadores también han visitado numerosas comunidades cerca del Popocatépetl. A raíz de un terremoto de magnitud 7.1 que sacudió México central en 2017, Sunyé Puchol y otros voluntarios viajaron a varios poblados pequeños para llevar víveres y hablar con los miembros de las comunidades sobre los riesgos que presentan los peligros naturales como los terremotos y la actividad volcánica. El terremoto en sí mismo había matado a cientos de personas y el temblor del suelo también había desencadenado varios lahares en el Popocatépetl. Sunyé Puchol y sus colegas enfatizaron que a veces un peligro que no está relacionado – en este caso, un terremoto – puede afectar los riesgos volcánicos. 

Muchos datos científicos altamente técnicos – incluyendo, por ejemplo, mediciones de deformación del terreno, temblores volcánicos y emisiones gaseosas – tratan de predecir los riesgos del Popocatépetl. Pero la mayoría de esas mediciones no tendrán mucho sentido para la persona común, dijo Sunyé Puchol. Es fundamental destilar esa información a conceptos que sean entendibles para los no-científicos, reforzó. “La ciencia no está terminada hasta que se la explicas a todos”.

Rojo, amarillo, verde

Con el objetivo de facilitar una comunicación clara sobre el Popocatépetl, en 1998 el Sistema Nacional de Protección Civil mexicano reveló un sistema de alerta basado en los colores familiares de un semáforo. El nivel más bajo del Sistema de Semáforo de Alerta Volcánica es verde y corresponde a un riesgo muy bajo o sin riesgo. El siguiente nivel, el amarillo, indica un estado de alerta y está dividido en tres fases. El nivel más alto, el rojo, significa que la evacuación podría ser inminente. Desde su creación, el Sistema de Semáforo de Alerta Volcánica ha alternado principalmente entre la segunda y la tercera fase del nivel amarillo.

“Casi nunca estamos en verde”, dijo Martin del Pozzo.

La relativa simpleza de dicho sistema puede ser útil para transmitir el riesgo de forma rápida. Sistemas similares basados en colores tienen un uso extendido (para indicar peligros de incendio, por ejemplo). Dichos sistemas son efectivos para transmitir el riesgo de forma rápida de una manera intuitiva, dijo Simon Carn, un vulcanólogo de la Universidad Tecnológica de Michigan en Houghton. “La mayoría de las personas usan este tipo de sistemas para evitar ser demasiado cuantitativos”. 

Sin embargo, hay una desventaja en mantener el funcionamiento interno del Sistema de Semáforo de Alerta Volcánica oculto al público. Inicialmente, la gente era escéptica sobre porqué los niveles de sistema de alerta seguían cambiando, dijo Martin del Pozzo.

Eso fue especialmente cierto para las poblaciones que vivían más lejos del volcán y que, por lo tanto, estaban más aisladas de sus impactos. Pero esas comunidades no son inmunes: la ceniza del Popocatépetl ha caído sobre la relativamente distante Cuidad de México más de 19 veces desde 1994, y, en respuesta a ello, escuelas y aeropuertos de la región han sido cerrados ocasionalmente, la más reciente en mayo de 2023.

Entre 2020 y 2021, Caballero García y Edwin Hazel López Ortíz, un científico de la Tierra también de la Universidad Nacional Autónoma de México, encuestaron a más de 4,800 personas viviendo en Cuidad de México. Caballero García y López Ortíz les preguntaron a los encuestados, quienes tenían desde 12 a 99 años de edad, sobre su entendimiento científico de la ceniza volcánica, su recuerdo de anteriores eventos de caída de ceniza del Popocatépetl, su conocimiento de la medidas para protegerse de la caída de ceniza y sus sentimientos respecto a un evento de caída de ceniza. 

El grupo notó que, a pesar de que la mayoría de la gente sabía qué era la ceniza volcánica y cómo se producía, no tenían conciencia de cómo protegerse de ella. Por ejemplo, casi el 90% de las personas de entre 12 y 24 años no sabían qué hacer en un evento de caída de ceniza, descubrieron Caballero García y López Ortiz. Dado que los jóvenes tendían a buscar noticias del Popocatépetl predominantemente en redes sociales, el equipo enfatizó la importancia de compartir medidas de protección relacionadas a la caída de ceniza en plataformas de redes sociales. 

Experimentar un evento de caída de ceniza incluso despierta un amplio rango de respuestas emocionales, descubrieron Caballero García y López Ortíz. Comúnmente los encuestados reportaban sentimientos de peligro, indiferencia, interés, miedo y sorpresa. 

Para los participantes lo suficientemente grandes como para haber experimentado un evento de caída de ceniza en el pasado, una nueva oleada de ceniza también era una oportunidad para un momento de enseñanza. Eso permitió a las personas que son padres, dijo Caballero García, contarle a sus hijos sobre el Popocatépetl y cómo mantenerse a salvo. 

No es una sorpresa que los investigadores descubrieran que los individuos que recordaban un evento de caída de ceniza eran más propensos a creer que la ceniza podría nuevamente cubrir su casa o su lugar de trabajo. Las personas que tenían conocimiento del mapa de peligros del Popocatépetl eran más propensas a sentirse preparadas frente a un evento de caída de ceniza, reportaron Caballero García y López Ortíz en la Reunión de Otoño de la AGU en 2021.

Nunca negar

Como otros peligros naturales, los volcanes claramente manifiestan sus riesgos de formas complicadas. “No podemos predecir las erupciones de manera muy precisa”, dijo Carn. Es más, continuó, eventos como la caída de ceniza pueden estar afectados por otros fenómenos que son impredecibles en sí mismos. Por ejemplo, “la caída de ceniza depende de hacia dónde está soplando el viento”, dijo él. “Eso suma más incertidumbre”.

“Lo más importante es no negar que existe”.

Frente a toda esa ambigüedad, ¿qué debe hacer una persona? López-Vázquez mantuvo que ninguna mentalidad en particular es más sana que otra cuando nos referimos a internalizar riesgos volcánicos. En lugar de eso, dijo ella, la clave es reconocer que siempre hay algún nivel de riesgo asociado a vivir cerca de un volcán como el Popocatépetl. “Lo más importante es no negar que existe”.

—Katherine Kornei (@KatherineKornei), escritora de ciencia

This translation by Camila Mira (@Cami_Mira) was made possible by a partnership with Planeteando and GeoLatinas. Esta traducción fue posible gracias a una asociación con Planeteando y GeoLatinas.