Si te gustan las redes sociales y vives en México, estoy segura que hace unas semanas soltaste alguna risa o incluso carcajada al ver la infinidad de memes que hacían referencia a la “ciclovía maldita” en Puebla. Y si no te has enterado, te cuento que en un video viralizado en redes, se puede ver a personas caer una y otra vez a causa de un confinador, comúnmente llamado “barrita amarilla”, que son usados para proteger las ciclovías. Como urbanóloga, mi primera impresión fue realmente de preocupación cuando vi a un señor caer a lo que me parecieron centímetros de un coche pasando a una velocidad bastante alta. Ese mismo día, con todos los memes no pude más que tomarmelo con un poco más de simpleza. Pero pasadas las semanas, no he podido dejar de pensar en ¡la maldita ciclovía de Puebla! y es que ¿por qué? ¿en serio sí está maldita? ¿apoco si se trata de la falta de educación (vial) de las poblanas y poblanos? No me lo creo.
Después de años estudiando temas de movilidad urbana sostenible, lo que encontré arrumbado en mi memoria para explicar lo que pasó, fue un concepto fundamental para quienes estudiamos temas de diseño de ciudades y movilidad: líneas de deseo. Este principio describe un instinto humano que explica por qué al caminar las personas siempre buscaremos el camino que nos parece más corto y rápido. ¿Te suena? ¡Seguro que sí! cuando vas caminando por un parque y de pronto ves una línea de pasto amarillo por donde evidentemente muchas personas caminaron para llegar de un extremo a otro. Las líneas de deseo son un ejemplo explícito de inteligencia colectiva. Si tantas personas caminan por ahí ¿por qué los caminos que diseñan ingenieros, arquitectos o urbanistas, no las toman en cuenta? Afortunadamente en los últimos años este concepto es más resonado dentro del gremio y por ello se le toma con más seriedad al diseñar nuestras calles.

Pero por otro lado, no siempre las líneas de deseo son tan explícitas como una superficie amarilla atravesando el pasto verde. Un ejemplo de batalla para el movimiento social de la movilidad urbana sostenible en México, son los famosísimos puentes (anti)peatonales ¡nadie quiere usarlos! porque no están hechos para quienes caminamos, están hechos para que automovilistas puedan conducir a altas velocidades y sin detenerse. Ahí la línea de deseo es cruzar a nivel de calle. Y entonces, cuál es siempre la respuesta popular cuando las personas cruzan a nivel de calle o caen una y otra vez con un confinador: mal educados, desconsiderados, irresponsables, e infinidad de señalamientos que involucran una falta cívica. Una falta cívica ¿por no conocer de qué va la infraestructura ciclista? ¿por no usar correctamente el paso peatonal? O que en general, las y los peatones deberían ser más conscientes al usar las calles…
Y no es que esté en contra de las ciclovías, al contrario, he sido una defensora de la infraestructura ciclista por años. Mi argumento es que las personas que caminan las calles de Puebla y cualquier otra ciudad de México y el mundo, deberían ser siempre la prioridad cuando se diseñan las ciudades. Porque tenemos que construir ciudades humanas, y para ello las personas tienen que ser el eje central. Esto ya es una realidad en muchos casos, por ejemplo con la nueva “Pirámide de la Movilidad”, en donde para muchos reglamentos viales se motiva que las personas que caminan las calles tienen prioridad por encima de cualquier otra forma de movilidad. Tal vez algún día podamos dejar de señalar negativamente las necesidades que tienen la gente al caminar por nuestras ciudades, sin banquetas y sin infraestructura peatonal, y tal vez algún día hasta las ciclovías considerarán las líneas de deseo de peatonas y peatones. Porque esta no fue la segunda Batalla de Puebla, es la batalla de todos los días de quienes caminamos por las calles.
Imagen de portada ciclovía con confinadores en Av. Nuevo León, CDMX. Créditos Google Maps