La minería y la tecnología parecen ir de la mano y normalmente se asocian al desarrollo económico, aunque lo cierto es que benefician principalmente a pocos países e industrias, mientras que deja a otros con importantes problemas socio-ambientales. Repensar y cambiar el consumo, así como aplicar políticas más duras podrían disminuir estos problemas.
La minería es de importancia estratégica para el desarrollo económico —¿de quién? —. Sin embargo, de ella emergen muchos problemas ecológicos, sociales y territoriales en los países donde se explotan los recursos rocosos. Desde sus respectivas conquistas, los países del sur global han sido sujetos a extracción de grandes cantidades del material de las rocas para exportarlo principalmente a Europa y Estados Unidos. En un inicio, se minaban metales para hacer objetos preciosos o herramientas, hoy en día la minería se ha sofisticado y uno de los mercados más importantes es la extracción de tierras raras (Figura 1).

Las tierras raras son un conjunto de 17 elementos químicos con nombres extraños: escandio, itrio, lantano, cerio, praseodimio, neodimio, prometio, samario, europio, gadolinio, terbio, disprosio, holmio, erbio, tulio, iterbio y lutecio (Figura 1). Actualmente, el neodimio y el praseodimio son los elementos de las tierras raras más demandados, que se utilizan como imanes para la elaboración de turbinas eólicas—sí, para producir energía eólica— baterías y mecanismos eléctricos para vehículos eléctricos o híbridos —sí, la alternativa “ecológica” a los vehículos de motor de combustión interna—. Además, en la industria automotriz, el lantano y cerio son usados como catalizadores para producir petróleo refinado. De manera secundaria, las tierras raras también se utilizan para producir computadoras portátiles, celulares y pantallas led. En síntesis, las tierras raras son usadas para la fabricación de tecnología de punta; por lo tanto, son utilizadas principalmente por países industrializados.
Minas de Tierras Raras
Para extraer los materiales con tierras raras hay dos procesos. El método más común de extracción es por tajo a cielo abierto (Figura 2), donde se fracturan y extraen rocas con minerales accesorios ricos en tierras raras (como monacita o xenotima). El segundo método es la remoción directa de suelos arcillosos enriquecidos en tierras raras que se encuentran en China. Dichos suelos poseen illita y esmectita —dos tipos de arcillas— que tienen la capacidad de adsorber —es decir, retener iones en su superficie— tierras raras. Aunque estos suelos contienen una menor cantidad de estos elementos, son más fáciles de extraer pues sólo hay que llevar una retroexcavadora y listo. Tanto la minería de tajo a cielo abierto como la extracción de suelos implican problemas ambientales por la remoción de los materiales y seres vivos de la superficie terrestre y la inyección de fluidos para fracturar las rocas que pueden terminar en los mantos acuíferos.
Tanto la minería de tajo a cielo abierto como la extracción de suelos implican problemas ambientales por la remoción de los materiales y seres vivos de la superficie terrestre y la inyección de fluidos para fracturar las rocas que pueden terminar en los mantos acuíferos.

Pero el proceso de extracción no termina ahí. Después de extraer las rocas o las arcillas, éstas se someten a un proceso de separación y purificación de los elementos de interés. Para separar las tierras raras, los minerales deben disolverse con sustancias agresivas; mientras que las arcillas son lixiviadas —es decir, son lavadas con corrientes de ácidos que disuelven los elementos de interés de sus superficies— y de ahí se obtienen depósitos enriquecidos en tierras raras. Los fluidos utilizados en estos procesos pueden infiltrarse al subsuelo aun después de que la mina haya sido abandonada; pero no solo eso, los aerosoles que desprenden pueden producir contaminación del aire. Además, estas aguas residuales generalmente se acumulan en represas que potencialmente pueden terminar en las corrientes superficiales.
¿Necesitamos minería?
El uso actual de las tierras raras ocurre principalmente en el sector tecnológico. Cada vez somos más dependientes de la tecnología, y cada vez emergen más problemas de esta dependencia. Las labores extractivas con mano de obra mal pagada y dañinas para el ambiente han sido llevadas a países con baja regulación laboral y ambiental. No es coincidencia que la mayor explotación de tierras raras ocurra en China. Esto por su puesto podría regularse con leyes y sanciones más estrictas para las empresas mineras y para empresas que producen productos tecnológicos con obsolescencia programada o productos en los que es más caro repararlos que comprar nuevos. Además, el desarrollo de tecnologías menos dependientes en las tierras raras y el reciclaje de baterías e imanes (en la actualidad, el porcentaje de reciclaje es menor al 1%) podría disminuir la cantidad de tierras raras que se extraen actualmente. Lo más importante es repensar hacia dónde queremos llevar el consumo. No sirve de mucho cambiar el consumo a fuentes “más ecológicas”, como vehículos híbridos, si de todas maneras el consumo en países industrializados es excesivo.
Mónica Ramírez Calderón (@leniadepirul), M. en C. en Ciencias de la Tierra.
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Imagen de portada: Mina abandonada. Crédito: Michael Standaert/Yale Environment 360