Sobre la calzada de Tlalpan, una de las principales avenidas de la Ciudad de México, se encuentra el monumento a la costurera, en honor a las costureras víctimas no sólo del sismo de 1985, si no de la injusticia. Cosiendo la bandera de una patria que no las protegió. A 35 años de la catástrofe que develó las pésimas condiciones en las que poco más de cuarenta mil mujeres laboraban, te invito a conmemorar juntas y juntos, la lucha de mujeres que construyeron un sindicado de los escombros.
La mañana del 19 de septiembre de 1985, como miles de mexicanas y mexicanos, más de cuarenta mil costureras salieron de sus casas con rumbo a la avenida San Antonio Abad y las calles de Uruguay, Belisario Domínguez, Perú y José María Izazaga, en donde se concentraban las fábricas y talleres de confección en la Ciudad de México. A las 7:19 (Hora laboral para la mayoría de las y los ciudadanos mexicanos) un sismo de magnitud 8.1 con epicentro en las costas de Michoacán y Guerrero, sacudió el centro de país, dejando veinte mil muertes (cifras oficiales), entre ellas más de mil seiscientas costureras.
Ochoscientos talleres, gran parte de ellos clandestinos, cayeron al no estar preparados para soportar el peso de la maquinaria de costura y los enormes rollos de tela.
El sismo evidenció las condiciones indignas en las que trabajaban las obreras del vestido: el baño sin agua ni papel; los garrafones de agua siempre vacíos; pago por destajo (tarifa fija por completar una tarea, independientemente del tiempo invertido en su realización); jornadas de más de diez horas, maquilando bajo cronómetro con jefes presionándolas a ir más rápido; y sueldos que no representaban ni el diez por ciento del costo de cada prenda elaborada por ellas. Testimonios de mujeres relatan cómo los patrones y líderes sindicales sacaban documentos, rollos de tela y maquinaria de los escombros, priorizando el rescate de los bienes materiales y poniendo en segundo plano la vida de las mujeres.
Testimonios de mujeres relatan cómo los patrones y líderes sindicales sacaban documentos, rollos de tela y maquinaria de los escombros, priorizando el rescate de los bienes materiales y poniendo en segundo plano la vida de las mujeres.
El documental “No les pedimos un viaje a la luna” de 1986, dirigido por María del Carmen Lara y ganador de un premio Ariel en 1987 al mejor mediometraje documental, muestra las indignantes imágenes de las maniobras de los trabajadores para rescatar las telas de los edificios derrumbados, con cínicas caras y respuestas ante los gritos de las sobrevivientes que exigían prestaran atención a las vidas humanas y no a rollos de tela manchados con la sangre de sus compañeras.
Una vez rescatado lo que les importaba (bienes materiales), las empresas cambiaron de razón social y “desaparecieron”, dejando a más de cuarenta mil costureras sin trabajo ni indemnización.
¡Una costurera vale más que toda la maquinaria del mundo!
El 23 de septiembre del mismo año, varias compañeras sobrevivientes pusieron un campamento sobre la única vía abierta al tránsito sobre Calzada de Tlalpan –donde se ubicaban varias fábricas textiles– resguardando la maquinaria. Bajo la consigna “¡Una costurera vale más que toda la maquinaria del mundo!”, exigieron el pago de sus liquidaciones y la indemnización para las familias de las víctimas.
La perseverancia de estas mujeres llevó a una comisión de cuarenta de ellas hasta Los Pinos, donde el presidente Miguel de la Madrid las recibió y dónde ellas, con admirable valentía, expusieron sus exigencias.
Después de tres huelgas, dieciséis plantones, catorce marchas, veintisiete días de gritos, llantos, golpes, persecuciones, acosos –pero también hambre de justicia– finalmente, el 20 de octubre las costureras obtuvieron el registro como Sindicato Nacional de Trabajadoras de la Industria de la Costura, Confección, Vestido, Similares y Conexos “19 de septiembre”. Nació así el primer sindicato independiente constituido por mujeres (en su mayoría) y con dirigencia de mujeres en la historia moderna del país.
El sindicato se convirtió en un ejemplo de lucha femenina a nivel mundial. Ganaron el respaldo de treinta y seis gremios y de movimientos campesinos y populares. Lograron que se indemnizara a las familias de las víctimas por un total de quinientos millones de pesos. El sindicato aglutinó a cinco mil trabajadoras y celebró contratos colectivos con ochenta y cinco fábricas. En ese año, unas ocho mil obreras de la Ciudad de México (en ese entonces Distrito Federal) y de los estados de México, Morelos, Coahuila y Guanajuato, se unieron al sindicato.

Créditos: Diario Octubre
Luego del sismo del 85, las costureras obtuvieron grandes logros, como tener derecho a aguinaldo, días de vacaciones, bonos y ayuda para transporte. En el documental “No les pedimos un viaje a la luna”, mencionan que ellas mismas hicieron una cooperativa de confección, usando como insumo las telas que no permitieron a los patrones llevarse de los escombros. Sin embargo, la información disponible para seguir la pista de la cooperativa en el tiempo es escasa.
18 años después, en 2003 y con el ahorro de nueve mil 600 trabajadoras y trabajadores de la entonces delegación Cuauhtémoc (hoy alcaldía), se colocó, en el predio de San Antonio 151 de la colonia Obrera, entre llantos y aplausos de los asistentes, trabajadoras y trabajadores de la industria textil y vecinos, una estatua de bronce de una costurera cosiendo la bandera de México hecha por Patricia Mejia, escultora michoacana. .
¿El fin de una lucha?
El Sindicato Nacional de Trabajadoras de la Industria de la Costura, Confección, Vestido, Similares y Conexos “19 de septiembre”, fue disuelto por falta de agremiados en 2006. Después de veintiún años, la lucha perdió fuerza. Muchas de las mujeres líderes del movimiento habían fallecido, se habían jubilado o simplemente habían cedido el mando a nuevas generaciones de costureras. Evangelina Corona, la primera Secretaria general del sindicato –quién posteriormente formó parte LV Legislatura del Congreso de la Unión, ganando una diputación federal en 1991 por el Partido Revolución Democrática (PRD)– sigue brindando asesorías sindicales a costureras como empleada federal de la Ciudad de México. Sin embargo, las huellas de sus compañeras se difuminaron en el tiempo.
Algunas costureras formaron en su sitio una asociación civil sin fines de lucro (Costureras 19Sep A.C) que brindaba talleres, tanto de confección como de derecho laboral. Otras decidieron rehacer el sindicato y consiguieron una nueva toma de nota (documento que expide una Autoridad Laboral, por el que da fe de la elección de los directivos de una organización sindical) por parte de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social y lo integraron en el Frente Auténtico del Trabajo (FAT).
En el sismo del 19 de septiembre, pero ahora de 2017, fue la asociación de costureras quienes, junto con brigadas feministas, policías, militares y paramédicos, brindaron apoyo en la esquina de las calles Bolívar y Chimalpopoca, en la colonia Obrera, sitio donde se encontraba un edificio en el cual operaban tres empresas de elaboración de telas y ropa de mujer (New fashion y Florina S.A. de C.V.).
Los fantasmas del 85 revivieron, la historia se repetía. Lograron rescatar a catorce personas y hubo alrededor de veintiún muertes (según datos oficiales). Sin embargo, no había listas de las personas que trabajan en el edificio, ni un registro oficial de las empresas y sus dueños, además de que no se conocían las condiciones de la estructura que se derrumbó. Entre las listas incompletas de las personas rescatadas y fallecidas, se encontraban nombres de mujeres asiáticas.
Al igual que en el sismo del 85, las controversias crecían, encontrando paralelos entre ambas catástrofes; no había listas de las personas que trabajaban en el edificio ni un registro oficial de las empresas y sus dueños, pero el más evidente es que esas mujeres laboraban en lugares inseguros que no cumplían con los mínimos estándares de construcción. El edificio de Bolívar fue gravemente dañado en el sismo de 1985 y el gobierno lo sabía. Sin embargo, no sólo permitió su uso por empresarios, sino que también dejó que se instalaran dos pesadas antenas telefónicas en el techo, sobrecargando una estructura de por sí debilitada.
La indignación de las costureras sobrevivientes del sismo del 85, saltó a las pantallas y a las páginas de los periódicos, llevando a algunas de ellas a emitir entrevistas y opiniones, volver a alzar la voz por aquellas que no pudieron hacerlo. Sin embargo, se hacía aún más evidente la pérdida de fuerzas de la organización sindical. Según el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI) para ese año el sindicato contaba con 300 agremiadas y agremiados ¡De las y los ocho mil con que inició la agrupación! (ya integrado al Frente Auténtico del Trabajo). Otras fuentes mencionan que para 2014, el gremio perduraba con el trabajo de 11 integrantes que se reunían los miércoles por la tarde. De cualquier manera, cada vez es más tenue y (difícil de encontrar) el rastro del glorioso sindicato nacido de los escombros.
Después de una activa participación en redes sobre las labores de rescate del sismo de 2017, así como las irregularidades del edificio de Chimalpopoca, la cuenta de twitter de la Asociación Civil Costureras 19 de septiembre (su único medio de contacto junto con un perfil de Facebook ahora inexistente) registra su última actividad en diciembre del mismo año, y es ahí donde se pierde el rastro del vestigio de una de las luchas femeninas más grandes en la historia de México.
Una industria históricamente explotadora
Como lo hemos dicho en columnas anteriores, no es ningún secreto que la industria de la moda y anexas a lo largo de la historia han sido uno de los mayores centros de explotación laboral extrema e infantil . La historia aquí relatada es un ejemplo trágicamente perfecto. Además, es la 2ª industria más contaminante, responsable del 20% de la contaminación de aguas residuales y el 10% de las emisiones globales de carbono.
Los ejes de las conversaciones a nivel mundial sobre esta problemática socio-ambiental se han centrado (al menos durante los últimos 7 años) en las textileras asiáticas, principalmente de Bangladesh y Vietnam. Uno de los casos más conocidos y estandarte del movimiento para una revolución en la moda es el derrumbe del edificio Rana Plaza, en 2013.
Sin embargo, es de suma importancia expandir el diálogo, reconocer y hablar sobre las injusticias en las cadenas de suministro no sólo de las textileras asiáticas, sino de todo el mundo. Además, acontecimientos como la creación del sindicato de costureras “19 de septiembre”, debería ser retomado como un estandarte para las generaciones actuales que luchamos por una revolución en la industria de la moda. Este trágico evento nos recuerda que esta revolución se ha gestado casi a la par de la revolución industrial por (en su mayoría) mujeres de admirable valentía, cuyos nombres deben ser recordados. Ellas son las madres de esta lucha.
Como usuarias y usuarios (de vestimenta) tenemos la mayor arma de cambio en nuestras manos: la elección/decisión/convicción de optar por alternativas de vestimenta que involucren mejores prácticas en su confección. La ropa que usamos y cómo la cuidamos, marca la diferencia y tiene un gran impacto en las personas involucradas en toda la cadena productiva.
Asimismo, los lazos de apoyo multidisciplinarios son esenciales en el camino hacia una revolución de la moda. La disolución de un sindicato con tanta historia y valor como el de las costureras, no nos ajeno. Para mi, este no es el desenlace de la historia. Seguiré indagando hasta encontrar un testimonio de primera mano, testigo de esa lucha femenina, o al menos algo de información que me ayude a conectar los inicios de este movimiento con la lucha actual de mi generación por condiciones dignas para las trabajadoras y trabajadores de la moda y anexas. Te invito a ser un agente de cambio y acompañarme en este viaje hacia la Revolución de la Moda.
Imagen de portada: Monumento a la costurera. Crédito: DEMEMORIA