Omar J. Silva Aguilera
El arte es un reflejo de la atmósfera espiritual y social en el mundo al momento de ser producido. Además de plasmar la historia, ideas y pensamientos, el arte es un poderoso motor de movimientos sociales y de procesos de generación de conciencia colectiva.
La música ha sido una entidad imprescindible para la humanidad desde sus orígenes; prueba de esto son los hallazgos de vestigios arqueológicos de instrumentos musicales, ¡que alcanzan hasta los 35,000 años de antigüedad! El papel que juega la música en la vida de las sociedades va desde los aspectos espirituales como las ceremonias religiosas, hasta expresiones de júbilo como los festejos. Esto exhibe uno de sus rasgos más importantes: la música nos une.
La música y el cerebro
Un estudio en 2014 describió que la música impacta nuestra habilidad de conectar con los otros al activar circuitos cerebrales involucrados en la empatía, confianza y cooperación. Cantar, por ejemplo, juega un papel muy importante en el reforzamiento de los vínculos y confianza entre las personas por su papel en la liberación de oxitocina. La oxcitocina, comúnmente llamada “hormona del amor”, está relacionada con los vínculos creados durante la lactancia y el contacto sexual.
Además, la música activa el circuito del cerebro que nos ayuda a entender lo que los demás están sintiendo o pensando y a predecir cómo se comportarán (habilidad conocida como “teoría de la mente”). Esto quiere decir que no sólo nos conectamos con quienes la escuchan, sino que también nuestro cerebro hace un esfuerzo por entender la intención del músico.
Estos hechos implican a su vez que la música y nuestro estado de ánimo están estrechamente relacionados. Todos hemos experimentado el impacto que una canción feliz o triste tiene en nuestro ánimo. Dichos cambios en el estado de ánimo no sólo afectan cómo nos sentimos, sino que también cambian nuestra percepción del mundo.
La música como un medio para llevar mensajes
Si la música tiene un efecto tan claro en nuestro cerebro, ¿podría ser un medio para despertar conciencia y empatía sobre un mensaje en particular entre un grupo de personas? La respuesta es sí y no siempre se ha hecho con las mejores intenciones. En el siglo XX la música de Wagner fue utilizada por Adolf Hitler para diseminar la propaganda nazi, reforzando en miles de personas la identidad social de la raza aria. Por otro lado, actualmente existen empresas dedicadas a suministrar música a tiendas y a lugares de trabajo para que la gente compre y trabaje más.
En la actualidad hay problemas severos e injusticias que piden a gritos la atención y empatía de todo el mundo para poder generar cambios positivos. Uno de ellos es el cambio global (CG), que se define como el conjunto de alteraciones de gran escala inducidas por la actividad humana, entre las que destacan la modificación del sistema climático (comúnmente conocida como cambio climático), cambios en los ciclos biogeoquímicos y pérdida de biodiversidad. El CG comenzó con la revolución industrial, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII; sin embargo, fue a partir del inicio de la gran expansión demográfica en 1950 que se comenzó a intensificar.

A pesar de que ha habido múltiples negociaciones y acuerdos tanto locales como internacionales en busca de un mundo más sustentable (que satisfaga las necesidades del presente sin comprometer las de las generaciones futuras), sabemos que estos no han sido lo suficientemente efectivos.
Lo que sí ha resultado eficiente es culpar a los ciudadanos de lo que ocurre, recurriendo a artimañas como el lavado verde (greenwashing), cuando quien tiene la mayor responsabilidad de hacer cambios sustanciales es el sistema mismo. Sin duda, cambios individuales en nuestro estilo de vida y hábitos de consumo tienen mucho valor y contribuyen de una manera positiva; no obstante, el mayor impacto provendrá de la exigencia generalizada de la ciudadanía de que los gobiernos establezcan cambios sustanciales. En ambos casos, ante el desconocimiento y la apatía, hace falta desarrollar conciencia en la ciudadanía acerca del problema.
Diana Liverman, conocida geógrafa y experta en CG ha afirmado que “el arte es capaz de provocar e inspirar reacciones, valores y prácticas que podrían mover a la sociedad global a un futuro más sustentable”. Sin embargo, también se ha mencionado que en vez de ver a la música/arte/cultura de una manera utilitaria, hay que integrarla como parte de una cultura sustentable emergente.
Las notas musicales pueden cambiar el mundo
Dentro de la industria musical se comienzan a observar esfuerzos por hacer una transición hacia la sustentabilidad. En los últimos años, los festivales de música más famosos han anunciado que están implementando acciones para minimizar el impacto que estos eventos generan en el medio ambiente. También, surgen nuevas narrativas en los productos musicales. Un ejemplo es el soundtrack utilizado en el filme francés de 2015 Demain (súper recomendable), un documental que aborda con optimismo las iniciativas exitosas que se están implementando en el mundo para afrontar los retos que implica el CG en cinco ejes (agricultura, energía, economía, democracia y educación). La cantante sueca Fredrika Stahl, cuyo estilo se encuentra entre el jazz y el pop, es la creadora de este hermoso álbum que tiene títulos como “Paso por paso”, “Haz un cambio”, “Plantar niños”, “Agua” y “El mundo que viene”.

Hay varios artistas de gran influencia internacional que comienzan a buscar maneras de empoderar a la sustentabilidad, como la cantante estadounidense Billie Eilish, quien ha respaldado movimientos como el de Fridays For Future liderado por Greta Thunberg y más recientemente #BlackLivesMatter, que busca erradicar el racismo. Eilish ha declarado también que tiene planes de alinear su carrera musical a la sustentabilidad, mencionando como ejemplo la reducción de sus viajes; sin embargo, no debería de sorprendernos que muy pronto su música involucre temáticas relacionadas con el CG.
Las líricas musicales convencionales están centradas en la naturaleza humana, siendo el amor el sentimiento más abordado. Sin embargo, cuando se deje de conceptualizar a la naturaleza como un “objeto” separado del ser humano y nos demos cuenta que somos uno mismo, quizás veamos que la naturaleza y lo que está ocurriendo con ella puede ser una fuente inagotable de inspiración (porque ya chole con el amor).
Un paso más allá: la música participativa
El etnomusicólogo y escritor estadounidense Thomas Turino visibiliza las lecciones que la música tradicional de las etnias latinoamericanas y de África del sur (en la cual es experto) podrían darnos ideas acerca de cómo aliarnos con la música para generar culturas sustentables. Él nos invita a distinguir entre la música de performance y la música participativa. La música de performance (a la que estamos acostumbrados) es hecha en un escenario para una audiencia cuya participación no pasará de corear o aplaudir y está más adecuada a una cultura de consumo. En la música participativa, como ha observado en las etnias africanas y latinoamericanas que estudia, los músicos y los participantes generan una experiencia integral en la que se involucran los instrumentos musicales, pero también aplausos, golpes en el cuerpo, en el piso y la danza. De esta forma, no hay distinciones artista-audiencia: sólo participantes y potenciales participantes. Y a pesar de que la calidad del sonido es importante, la experiencia es juzgada por el nivel de participación y cómo los participantes se sintieron.

Este tipo de experiencias musicales resultan democráticas, enriquecedoras y no enfocadas al consumo y la gente tiene la oportunidad de comprometerse, practicar y replicar valores participativos. Turino ve en ellas una herramienta muy poderosa para construir comunidades sustentables, ya que comprometen a las personas en una experiencia social.
Comienzan a surgir proyectos que toman en cuenta estas recomendaciones y que exhortan a músicos (profesionales y no profesionales) y a gente comprometida en crear soluciones sustentables, desde granjas orgánicas a cocina más saludable, a crear música. Recomiendan que las acciones y los mensajes no queden en los textos, sino que trasciendan a través de la música.
Esperemos que cada vez más músicos de performance se comprometan con empoderar las culturas sustentables y también que surjan proyectos de música participativa porque sin duda, la música toca fibras sensibles de nuestro ser y nos conecta con la humanidad. La música ES una poderosa aliada para luchar por un futuro sustentable.
Si quieres saber más, consulta las siguientes fuentes
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Kandinsky, W., & Dieterich, G. (1991). De lo espiritual en el arte. Labor.
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Bergh, A. (2008). Everlasting love: The sustainability of top-down vs bottom-up approaches to music and conflict transformation. Sustainability: A new frontier for the arts and cultures, 351-382.
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Vitousek, P. M. (1994). Beyond global warming: ecology and global change. Ecology, 75(7), 1861-1876.
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Wolcott, S. J. (2016). The role of music in the transition towards a culture of sustainability. Empowering Sustainability International Journal, 3(1).
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Turino, T. (2008). Music as social life: The politics of participation. University of Chicago Press. Imagen de portada por Rushina Morrison tomada de Unplash.